Carr-Brown, David (2018). “L'irrésistible ascension d'Amazon”. Arte TV, Dic 11 y 14
Jeff Bezos Biography
Pozzi, Sandro (2018). “El ‘efecto Amazon’ cambia la economía”. El País, Sep 24
Uno de los relatos que más contribuyó a la leyenda negra de la Conquista de América fue la “Brevísima Relación de la Destruición de las Indias” de Bartolomé de las Casas.
Maria Elvira Roca anota que para ponerla en contexto es necesario remontarse a la Edad Media y entender un recurso retórico común en la formación de los hombres de la Iglesia: el disputation utramque partem, “una pedagogía omnipresente en la universidad medieval, que venía de los orígenes del cristianismo, de las disputas sinagogales que eran tradición en la religión judía, y en las que no resultaba raro que los rabinos llegaran a las manos por la interpretación de un versículo”. La Brevísima hace parte de un género literario que recurre a las deformaciones y exageraciones para imponer como sea un punto de vista.
Nacido en Sevilla en 1474, de las Casas provenía de una familia francesa acomodada. Estudió en Salamanca y a los 28 años viajó por primera vez a América. Fue nombrado consejero del gobernador de Cuba, en donde obtuvo “un buen repartimiento de indios” que abandonó para irse a España a pedir que se eliminara la encomienda y se liberaran a quienes trabajaban en ella. Aceptó el cargo de Protector universal de los indios sin conocer lenguas indígenas. Según sus detractores, no le interesó aprenderlas por pasársela en “viajes, en discusiones violentas y en intrigas”; bastante a gusto con la vida de convento, el tiempo obligatorio de estudio lo habría dedicado a “llenar papeles y libelos para sus intrigas cortesanas y para sus obras”.
Al regresar a la Corte propuso que “como era ilícito someter a los indígenas americanos, la solución estaba en llevar negros” para sustituírlos. Luego rectificó y también le pareció intolerable esa opción. De todas maneras persiste la asimetría entre la esclavitud negra generalizada y la de indígenas, solo legitimada para aquellas comunidades derrotadas tras una “guerra justa”. Cuando Colón llevó un primer grupo de aborígenes a España para mostrarle a los Reyes Católicos el potencial económico de venderlos como esclavos, la reina Isabel reunió teólogos y juristas para que la asesoraran sobre la legitimidad de tal empresa. La opinión fue desfavorable pues los indígenas americanos le habían sido asignados por el papa Alejandro VI como súbditos para evangelizarlos, no para someterlos. De allí surgió la prohibición de la esclavitud indígena. Ella murió sin que se decidiera a reemplazarlos por esclavos negros, con quienes no tenía obligación de convertirlos al cristianismo.
Algunos historiadores consideran que los Derechos Humanos se iniciaron con “el iusnaturalismo escolástico de la Escuela de Salamanca, singularmente con Bartolomé de las Casas”. A pesar de lo anterior, sus errores, imprecisiones y francas mentiras eran equiparables a las falacias de quienes actualmente promueven agendas políticas basadas en leyendas e incoherencias. Sus contemporáneos lo consideraban “persona liviana, que habla de lo que no sabe ni vio”, una crítica pertinente para buena parte de la política y los activismos contemporáneos.
De las Casas no tuvo reparo en inventarse datos geográficos fácilmente rebatibles, como “la longitud de Cuba como de Valladolid a Roma; los pueblos de Jalisco de siete leguas de ancho”, y los de Nicaragua que “casi duraban tres y cuatro leguas”. El reino de Nueva Granada “era el más poblado de gente que podía ser tierra en el mundo”.
Su nefasta visión de los españoles no tuvo parangón. “Hacían apuestas sobre quién de una cuchillada abría al hombre de por medio, o le cortaba la cabeza de un piquete, o le descubría las entrañas… Tomaban las criaturas de las tetas de las madres por las piernas, y daban de cabeza con ellas en las peñas… Enseñaron y amaestraron perros bravísimos que en viendo un indio lo hacían pedazos en un credo, y mejor arremetían a él y lo comían que si fuera un puerco… Hicieron ley entre sí que por un cristiano que los indios matasen habían los cristianos de matar cien indios”.
La traducción inglesa de la Brevísima apareció ilustrada con los desmesurados grabados de Théodor de Bry, que ayudarían a explicar el inusitado éxito de la obra. La reacción española ante la propaganda protestante no podía haber sido más ingenua: un tratado de Derecho Indiano.
A diferencia de algunas militancias, de las Casas nunca incitó a la violencia, pero manipulaba la verdad “cuando quería justificar y ensalzar a los indios”. Mucho antes de Rousseau, contribuyó al mito del buen salvaje enfrentado al “malvado hombre blanco”, fábula que persiste, por ejemplo, cuando se supone a la ligera que los grupos armados ilegales que arrasan aldeas indígenas o reclutan menores representan a toda una sociedad mestiza, diversa y compleja en la que “es quizá más lo que las mujeres (de la etnia Misak) han ganado en igualdad y reconocimiento que lo que han perdido en tradiciones”.
Las críticas al programa Ser Pilo Paga han sido parcializadas y maniqueas.
Al terminar bachillerato me fui a estudiar becado por el gobierno francés. Cuando llegué al INSA de Toulouse, una escuela de ingenieros, supe que no era la mejor opción disponible. “Debiste hacer la prépa (escuela preparatoria) y luego presentar los concursos para las grandes écoles” me dijo un compañero que había considerado esa opción. Él, hijo de campesinos, había desistido porque “eso es para ricos”. Quedé frustrado por estar donde ser pilo no pagaba tanto, e intrigado por ese derrotismo a pesar del acceso a la educación superior pública y gratuita.
La lección sobre el sistema educativo francés quedó tan marcada que logré transmitir a mis hijos la necesidad de hacer la prépa, dos años escueleros e intensos después del bachillerato que definen el futuro profesional. El camino alterno, la Fac, es solitario y culebrero; lo resisten básicamente personas muy motivadas y conectadas desde antes, por ejemplo por familias de arquitectos, médicos o abogados. También lo aprovechan quienes alargan indefinidamente unos estudios mediocres para recibir subsidios, como ayudas para el alquiler.
Es un misterio que sólo una minoría elija la opción premium. La razón es que, en últimas, la universidad importa poco. El sendero hacia la formación rigurosa y los mejores empleos empieza en jardín infantil. En la democrática Francia, sólo se ingresa a grande école si se ha hecho una excelente prepá que a su vez exige bachillerato en un liceo de altísimo nivel, al que conduce un colegio especial… y así, en cadena hacia atrás hasta residir en barrios exclusivos para que los hijos tengan acceso a una escuela pública de excelente calidad en el vecindario.
Un estudio reciente sobre la prestigiosa École Polytechnique, estrella de la educación estatal desde Napoleón, ilustra ese camino tan poco igualitario. Para acceder a la cúspide académica sirve tener familia rica, ser hombre, haber hecho bachillerato y prepá en un establecimiento público pijo, como Louis Legrand en Paris V, o Sainte Géneviève en Versalles, privado. Mientras los estudiantes con raíces obreras son casi un tercio del total, apenas alcanzan el 1% en Polytechnique. Un candidato varón tiene el doble de chances de ser admitido que una mujer. La sobre representación geográfica de Paris es cercana al 50%. El equivalente colombiano de este exclusivo club sería algo como Uniandes –en instalaciones, estudiantes y cuerpo docente- con mayoría de hombres provenientes de colegio estrato 6 bogotano, por ejemplo el Gimnasio Moderno, que pagan matrícula simbólica, disfrutan alojamiento y alimentación subsidiados y, encima, reciben una mensualidad por prestarle servicios a la patria. Vive l’égalité !
Los concursos que mi amigo del INSA renunció a presentar no son el principio de una educación de punta sino esencialmente la llegada. Es usual el comentario entre alumnos y egresados que apenas se entra a una grande école baja el ritmo de trabajo: ya se es parte de la élite, la de siempre. Los discursos de bienvenida lo hacen explícito.
Aunque se creía que la clase social afectaba los resultados de los concursos por las pruebas de francés, también lo hace por las materias científicas, que diferencian drásticamente a los estudiantes ricos del resto. El citado estudio ofrece una explicación rococó, “la relación estética con las matemáticas”, que no aclara gran cosa, ni siquiera las discrepancias por género. Lo más conmovedor es que ya se formó un comité de egresados de Polytechnique para reflexionar sobre eventuales soluciones al “ensimismamiento” de su alma mater. O sea, la élite cavilando sobre cómo tener más competencia.
Además de discutir las finanzas de la educación pública, o evaluar su calidad, conviene no perder perspectiva del conjunto, desde kindergarden, y preguntarse si quienes reciben subsidios en cualquier nivel realmente los necesitan, un ejercicio fallido en Colombia en frentes como salud, pensiones y justicia. Si Ser Pilo Paga está subsidiando universidades privadas, la oposición al programa no ha desmenuzado esas cuentas, limitándose a defender dogmáticamente las públicas. La lucha de principios con información confusa impide hacer ajustes sin tirar todo por la borda ni perjudicar gente estudiosa beneficiaria. Generación E, la respuesta del nuevo gobierno ante las protestas estudiantiles -la infancia no vota ni sale a marchar- tampoco aborda el origen del problema.
Se debería revertir la carga de la prueba implícita en el “gratuita para todos” de la educación pública: sin duda en Colombia hay estudiantes que, como en Polytechnique, reciben subsidios estatales sin necesitarlos, agravando la inequidad de un sistema demasiado clasista desde la base. Afirmar que la educación superior debe ser pública pasa por alto el hecho que las mejores universidades del mundo son privadas, en extremo selectivas, exigen antecedentes académicos excluyentes, disponen de ayudas sólo para quienes demuestren merecerlas, pero al menos garantizan que los ricos sí pagan.
A sus 25 años, Fuentes ganó un premio literario con un ensayo sobre el ejército cubano que enfureció al comandante y le costó un período de ostracismo. En 1971 fue acusado de conspirador, junto a otros escritores, por su amigo Heberto Padilla que terminó condenado por “actividades subversivas” y tuvo que reconocer su culpa públicamente. Después de ese incidente, que marcó el rompimiento de intelectuales de talla mundial con Castro, Fuentes se dedicó a escribir sobre Hemingway en Cuba. Publicó su trabajo con prólogo de García Márquez, donó el adelanto a las milicias y se convirtió en el escritor favorito del régimen.
Acompañó a las tropas cubanas en Angola, colaboró con los servicios secretos y traficó droga oficialmente. En 1989 rompió con la dictadura tras el fusilamiento de sus amigos Arnaldo Ochoa y Tony de la Guardia. Trató de huír, fue capturado, hizo huelga de hambre y se salvó gracias a García Márzquez, a quien admira por su obra pero no por su relación con un tirano que “convirtió al escritor latinoamericano más importante en un muñeco en su mano".
En 1999 publicó Dulces Guerreros Cubanos que hace poco conseguí por fin a precio razonable. Es otra visión poco romántica del castrismo: paranoia con la seguridad, lujosos gustos de la cúpula, rivalidades intestinas, intervención política y armada en varios países, manipulación de diplomáticos y celebridades extranjeras. Me impresionó la reiterada presencia de Gabo en los relatos pero me decepcionó no encontrar infidencias sobre las relaciones del M-19 con Manuel Piñeiro, Barbarroja, zar del espionaje muy cercano a García Márquez, ni pormenores de la activa interferencia cubana en el conflicto colombiano opacada para la paz. Me enteré sin embargo de unos servicios de mensajería diplomática que el Nobel prestó ante dos de sus amigos por encargo del comandante.
Según Fuentes, en los ochenta “Gabo ganó notoriedad extraliteraria en Cuba” al demostrar ser “un tipo de coraje” gracias a unas misiones encomendadas por Castro. “Había reservado su asiento de primera en Iberia y aterrizado en Madrid y se había dirigido para decirle a Felipe González que era un maricón”. Tal cual, el noble mandadero habría estado en la Moncloa para espetar: “Oye, Felipe, dice Fidel que tú eres un maricón”.
Era la época en que el gobernante español había hecho declaraciones a favor de prisioneros políticos cubanos que llevaban dos décadas tras la rejas, respaldando una campaña internacional para su liberación. A Castro le indignó esa interferencia en “asuntos internos de Cuba”. Por eso le puso la tarea a uno de los pocos escritores del boom latinoamericano insensible al asunto Padilla. “La nuestra es una amistad intelectual; cuando estamos juntos, hablamos de literatura”, habría dicho el Nobel contrariando el sentido común y numerosos testimonios.
No fue el único recado en esa diplomacia informal. El comandante también se molestó con la demora de Omar Torrijos para restablecer relaciones con Cuba. El general había pedido paciencia: las embajadas se abrirían pero necesitaba hacerlo a su ritmo, sin presiones. Pasaba el tiempo y nada. Cuando García Márquez fue a compartir su entusiasmo con la lucha de Torrijos por recuperar el canal, Castro le replicó: “¿y Cuba?”. Se quejaba de que todos ignoraban su isla. “Ve para allá y dile que es un maricón. Que digo yo, que es un maricón. Y que lo va a seguir siendo mientras no haga relaciones, que él me las prometió”.
Los dos insólitos encargos convirtieron a García Márquez en un verdadero héroe entre la burocracia cubana. “En el Comité Central no se hablaba de otra cosa que de las exitosas misiones diplomáticas del colombiano. Esto ocurrió antes de que decidieran desinflar su aventura como presidente de Colombia”. Según Fuentes, “Gabo insistía en postularse. Pero La Habana no veía con buenos ojos ese proyecto presidenciable”. Como tampoco le dio luz verde a la paz del M-19 con Belisario Betancur (agrego esa información de buena fuente que esperaba corroborar con Fuentes).
El escritor anota que “el propio Gabo me hizo el cuento” remedando a González al recibir el recado. “Felipe se había asombrado. Y había abierto los brazos en señal de interrogación y había palidecido… En su momento, Torrijos también había palidecido” le confirmó el célebre correveidile. Las arandelas del insulto fueron específicas por destinatario. Con Torrijos, relaciones rápidas y plenas. Con Felipe, “déjame a mí con mis presos”.
En el “Festival Gabo 2018” se reconoció la necesidad de que “medios y periodistas investiguen asuntos que no han tenido cubrimiento periodístico”. Los vínculos de García Márquez con Cuba, Torrijos, Nicaragua y el M-19 entran en el universo de asuntos silenciados del conflicto cuyas repercusiones sobrepasan las de este par de mariconadas.