domingo, 26 de marzo de 2017

La tediosa felicidad de los burócratas

Publicado en El Espectador, Marzo 30 de 2017
Columna después de las gráficas






Auxiliando a políticos desprestigiados, expertos internacionales y la ONU proponen una majadería en lugar del índice que nos dio varios campeonatos. 

Hace un año, según Gallup, Colombia encabezaba otra vez el ranking mundial de la felicidad. Los escépticos se preguntaron cómo era posible semejante hazaña, sin la paz firmada, Uribe trinando, Ordoñez procurador y tanta desigualdad. Al menospreciar ese índice se ignora una tradición, iniciada en 1977, que actualmente hace entrevistas anuales a casi 70 mil personas en más de sesenta países, con muestras representativas de la población. El resultado más heterodoxo de esta encuesta, obvio para quien haya viajado, es que en la aldea global la felicidad no depende del ingreso. El Washington Post anotó que en los países desarrollados “nos acongojamos con la epidemia de depresión, la anomia social y el aislamiento virtual. Los colombianos no se preocupan por esas cosas y prefieren sentarse en la calle, cocinar un sancocho en una olla inmensa sobre una hoguera, beber y reirse con familiares y vecinos”. 

La atención está siendo desviada hacia otro indicador promovido por Naciones Unidas (ONU) y lanzado el “Día Internacional de la Felicidad”, cursilería ya establecida. Como el del PIB o la transparencia, el nuevo ordenamiento lo encabezan países de Europa del Norte y destaca la felicidad de vivir en sociedades ricas e igualitarias, con instituciones que funcionan y ayudas estatales. Este año Noruega desplazó a Dinamarca, que bajó al segundo lugar; siguen Islandia, Suiza, Finlandia, Holanda… (bostezo). Aunque la importancia del nivel económico en el podio es evidente, periodistas progres insisten en razones sensibleras. En Noruega, por ejemplo, está el koselig “que remite a la sensación de bienestar y calidez, ligada al sentimiento de pertenencia a un grupo” y en Dinamarca el hygge, “que vendría a ser lo acogedor, sentarse en la terraza de un café disfrutando de los rayos de sol que anuncian la primavera”; básicamente un sancocho callejero menos tropical y aderezado con seguridad social. 

Los titulares insinuaron que los noruegos nos derrotaron tras una caída en nuestros índices de felicidad, cuando los nórdicos ni siquiera están en la lista Gallup y en la ONU puntean hace rato. El informe que impulsa el nuevo indicador destaca correlaciones con variables arbitrariamente escogidas como factores de felicidad por unos académicos. Por eso los medios creyeron que ahí había un sofisticado cálculo, más riguroso que la metodología chismosa de Gallup, que pregunta directamente por esa inasible sensación. Pero no, el índice que nos desbancó también está basado en percepciones subjetivas de felicidad. ¿Por qué tales discrepancias entre las dos encuestas?

El quid de la propuesta burocrática es una metáfora del esfuerzo constante, el capital acumulado paso a paso, la carrera brillante o la salvación eterna; la pregunta es transparente: “imagine una escalera, con peldaños numerados desde 0 el más bajo hasta 10 el más alto. La parte de arriba de la escalera representa la mejor vida posible para usted. ¿En qué escalón diría usted que está en este momento?” Entre más cerca del tope, más feliz. 

Difícil concebir algo tan materialista, maternal y escuelero, digno de maestra, entrenador, supervisora o cura. Nada más alejado del koselig, el hygge o el sancocho dominguero que esta alucinación tecnocrática: los deberes revueltos con satisfacción, diversión, pasarla bien y “ausencia de inconvenientes o tropiezos”. Si así fuera, se llamarían placeres, y la alegoría apropiada sería tirarse por un rodadero gritando. Solamente fariseos, artistas prepotentes, pedagogas idealistas o políticos cínicos pregonan el nirvana del esfuerzo y el trabajo. 

La encuesta Gallup es otro paseo: sin echar línea, averigua lo que sienten las personas, no la evaluación de su existencia, “preguntando sobre experiencias positivas y negativas. Las primeras incluyen estar descansado, sonreir, reir, disfrutar, sentirse respetado y haciendo algo interesante; las negativas escrutan estrés, tristeza, dolor físico, preocupación y rabia”. Además, indagan por el día anterior a la encuesta, no por la vida entera, o eterna.

“Felicidad es todavía lo que los políticos no se atreven a prometer directamente” anotaba hace unos años Fernando Savater. El taimado y aburrido indicador ONU rompe con esa tradición. “La felicidad se considera de manera creciente la medida apropiada del progreso social y el objetívo de la política pública”, sermonea un experto global. “Redefinir la narrativa del crecimiento para poner el bienestar del pueblo en el centro del gobierno” predica otro. Una felicidad medible y alcanzable embellecerá el ramillete de ofertas electorales: limitarse al desarrollo económico con locomotoras será insuficiente, poco igualitario, excluyente, neoliberal, anti ecológico, hasta arribista y de mal gusto. Además de las agencias multilaterales alineadas con ese noble propósito, para animarnos a ser felices como escandinavos, habrá pedagogía, propaganda, apoyo mediático, empresarial, académico y oenegero, como con la paz. ¡Hueepa! ¡Seamos felices YA!


REFERENCIAS

Clifton, Jon  (2015). “Who Are the Happiest People in the World? The Swiss or Latin Americans?” Gallup BlogApr 24


EFE (2017). “Colombia no es el país más feliz del mundo: es Noruega”. El ColombianoMarzo 21

Escobar, Melba (2017). “Felices los felices”. El EspectadorMar 22

Helliwell, John, Richard Layar & Jeffrey Sachs (2017). World Happiness Report. Varios Centros

Savater, Fernando (2017). “El contenido de la felicidad”. Punto de LecturaAgo

Sevillano, Elena (2017) “Los países más felices del mundo”. El PaísMar 20

WIN-GALLUP (2015). “Annual global End of Year survey”- Worldwide Independent Network of Market Research & Gallup International. Dic 31

miércoles, 22 de marzo de 2017

La médica insensible al dictador

Publicado en El Espectador, Marzo 23 de 2017

Columna después de los memes





Al morir Fidel Castro se hizo evidente su popularidad entre las mujeres. Pero hubo una cubana brillante, preparada y consagrada a la revolución que nunca se dejó seducir. 


“Hasta siempre, comandante” fue la frase más trillada para lamentar el deceso del tirano, insólitamente ensalzado por una vanguardia intelectual que desde lejos se proclama democrática. En medio de la nostalgia por esa revolución inspiradora, con silencio cómplice sobre un régimen totalitario, mitómano y devastador, fue refrescante leer a María Isabel Rueda relatando orgullosa cuando el barbudo seductor, “enfundado en su ridículo uniforme militar recién confeccionado”, no logró impresionarla. Fidel se descompuso y enfureció porque ella no se prestó al jueguito de la seducción. La implacable persecución del sátrapa dominicano Leonidas Trujillo a Minerva Mirabal, que culminó con su vil asesinato, empezó por un desaire en un baile.


Para el tenso encuentro habanero entre la periodista y el dictador cabría una interpretación política: ella es demasiado conservadora para apreciarlo. Otra lectura es que deslumbrarse con él requería una mezcla de mamertismo, hipocresía y principios maleables; para no adularlo bastaba sentido común. El dilema se volvía peliagudo cuando el déspota coqueteaba. María Isabel se estará preguntando cuántas mujeres resistieron el magnetismo y poder de quien engatusó a nuestros dos premios Nobel. Tal vez hubo menos desgano a la izquierda que a la derecha, pero muy pocas se atrevieron a contarlo. Hilda Molina, neuróloga cubana fuera de serie, se arriesgó no sólo a resistir el flirteo del soberano mujeriego sino a criticar su política de salud y renunciar a la burocracia. Sus observaciones coinciden con las de la columnista colombiana: Castro era un niño malcriado cuando una mujer no satisfacía sus caprichos; sabía “sorberle toda su energía con el fin de agotarla, evitando así que ella se ocupara de algo distinto a él mismo”, como precisa quien ha aguantado tipos de esa calaña.


Hilda era estudiante de medicina cuando en 1973 conoció a Fidel y le contó en qué pensaba especializarse. La reacción fue tan impertinente como machista: "¡Neurocirujana! ¿Con esas manitos y con tu pequeña estatura?". El megalómano debió creer que esa sofisticada rama de la medicina era solo para adonis corpulentos como él. 


En 2011, desde su exilio en Argentina, tras publicar “Mi verdad”, la historia de su distanciamiento del régimen, Hilda anota en una entrevista que quisiera volver a Cuba para ejercer la medicina como toca, atendiendo pacientes locales, no haciendo negocio con extranjeros pudientes. Califica al sistema cubano de “triturador de seres humanos, tanto si lo sirves como si te le opones pacíficamente''. Resume su relación con el supremo casanova durante los ocho años que trabajó en el Centro Internacional de Restauración Neurológica. Como un mafioso encaprichado, el comandante podía regalarle flores y alabarla en público pero también mandar esbirros para amenazarla si no asistía a una recepción. 


“Los relatos sobre Fidel Castro son resultado de mis conversaciones con él por largas horas, no porque yo lo busqué, sino porque él me buscaba”. Ante la pregunta de hasta dónde llegaron sus relaciones personales responde: “no lo puedo decir porque nunca lo hizo explícito, tal vez porque yo no le permití que lo hiciera… Él trató de tener un acercamiento más personal, por lo menos yo vi el intento cuando me decía: “¿Pero tú no sabes hablar de otra cosa que no sea trabajo?” Un día que seguí hablando de los pacientes me mira así con una cara de tristeza y me dice: “Tú quieres mucho a tus pacientes, ¿verdad?… qué dichosos son los pacientes tuyos, verdad que son dichosos”. ¿Qué puedo yo pensar?  A lo mejor no explicitó algo y se sintió con derecho”. Cual patrón acosador, la agobiaba con recurrentes indagaciones. “¿A ti te gusta mucho el perfume, verdad?... Ese huele muchísimo mejor, ¿cómo se llama?”. Al enterarse de que era Only, de Julio Iglesias, “se paró como un resorte… ese mercenario está hablando mal de Cuba, difamándonos… está bien. Será un mercenario pero el perfume huele muy bien, no lo dejes de usar”. 


Sobre por qué no pudo abandonar la isla cuando dejó de ser funcionaria, opina que “Fidel Castro pensó que yo era propiedad privada de él. Y no toleró que yo, allí mismo, de frente, dijera: se acabó”. Por personas que fueron a interceder a su favor sabe que dijo: “no, esa traidora no sale más, tiró como un trapo sucio las condecoraciones”. La admirable insumisa piensa que la veía “como su esclava de lujo”. Castro fue para Hilda Molina “una de las personas más inteligentes que he conocido en mi vida, pero estamos ante una inteligencia desalmada. Es un sicópata”. En buen romance: hasta nunca, patético verdugo.




Cancio, Wilfredo (2011). Entrevista con Hilda Molina. Publicada en CaféFuerte, tomada de BaracuteyCubano

EFE (2009) "Hilda Molina califica a Fidel Castro de 'verdugo'" El Nuevo Herald, Jun 15

Kertzman, Fanny (2017). “Tranquila mijita, que ese se va rapidito”. Las2OrillasMarzo 12

Rueda, María Isabel (2016). “Una noche con Fidel”. El TiempoDic4

sábado, 11 de marzo de 2017

Una brillante médica cubana

Publicado en El Espectador, Marzo 16 de 2017







El día internacional de la mujer tiene críticas femeninas. Y siempre hay oportunistas que se colinchan a la conmemoración.

A Inés Curbelo, argentina, la indigna que se rememoren quemas de brujas en la Inquisición sin protestar por el sometimiento de la mujer en otras religiones. Virginia Mayer es escueta: “Dizque feliz día. Me vomito”. Carolina Urrutia pide acciones concretas en lugar de detallitos. Adelaida Perdomo pregunta: ¿cómo lograr más mujeres en el poder?

Yesica Sánchez, de las Farc, manifiesta sentirse orgullosa del camuflado “porque en nuestra organización la mujer es un símbolo”. La dictadura cubana aprovecha ese día para destacar la envidiable situación femenina bajo la revolución, sin marchas de protesta que la opaquen. “Como si la vida de las féminas en este país fuera un camino de rosas”, reclama Yoani Sánchez. La historia de una médica fuera de serie corrobora esta observación y desafía otras pretensiones oficiales isleñas.

En Diciembre de 2004 Hilda Molina ingresó con su madre a la embajada argentina en La Habana. Buscaban asilo para pasar el fin de año con familiares exilados en Buenos Aires. La lucha por visitarlos llevaba diez años. Esta vez la apoyaba el presidente Kirchner pero Fidel tampoco autorizó la salida de la neuróloga, que pasó de la gloria al escarnio público por no acolitarle al régimen castrista prácticas médicas mercantilistas y contrarias a la ética.

Años antes, la influyente científica fue también diputada a la Asamblea, integrante del Comité Central del Partido y cercana a los círculos de Castro. Desde la universidad había decidido contribuir al sueño revolucionario de medicina gratuita con alta calidad. Fidel le confirmó que se oponía a cualquier cobro por salud. Entusiasmada, se dedicó de lleno a la investigación hasta participar en la fundación del Centro de Restauración Neurológica, que dirigió entre 1990 y 1994. Tardó en darse cuenta de que las buenas intenciones eran simple fachada. Con el éxito de algunas intervenciones quirúrgicas, el régimen descubrió un filón: cobrar diez mil dólares por operación para montar, en asocio con operadores turísticos, un lucrativo negocio basado en pacientes extranjeros con afecciones neurológicas. Cientos de europeos y latinoamericanos llegaron a la isla para ser operados con tecnología de punta a tarifas reducidas. Esa clientela pudiente desplazó cubanos, que empezaron a ser pacientes segundones en su propio país. Hilda se rebeló contra ese negocio y ciertos procedimientos con material tomado de mujeres abortantes.

En un relato que salió clandestinamente de la isla, la neuróloga hizo una cruda radiografía de las prácticas médicas cubanas, de cómo se hacían “vergonzosamente y sin ninguna humanidad” experimentos arriesgados pero muy lucrativos. Resumió el recorrido iniciado en 1987 cuando, inspirada por los avances en restauración neurológica, organizó un grupo de investigadores que obtuvo resultados espectaculares en los trasplantes de médula suprarrenal, y luego de tejido nervioso, en pacientes con Parkinson. Utilizando embriones vivos descubrieron una sustancia llamada nigra fetal que permitía retardar el envejecimiento. Sin seguir protocolos burocráticos, establecieron contacto con la comunidad científica internacional. Sus frecuentes viajes al exterior llevaron a las autoridades a desconfiar de ella. Les molestaba que se negara a hacer propaganda y reclutar científicos. Se convirtió en verdadera amenaza al cuestionar los métodos para obtener la médula de fetos vivientes resultantes de abortos con cesárea en madres a quienes no permitían opinar sobre esa experimentación.

Con miles de abortos al año, y la manipulación de embriones vivos, la dictadura podía obtener gran cantidad de tejido para tratamientos neurológicos. En 1994 quedó prohibida cualquier publicación científica sobre tales actividades. Esta restricción, sumada al floreciente negocio de trasplantes con extranjeros, llevó a Hilda a renunciar a la dirección del Centro. También dejó de ser diputada, miembro del Partido e incluso de la Federación de Mujeres Cubanas. Abandonada por el gobierno, convertida en paria, no cedió. “No doy este testimonio por interés personal, considero que es el deber de un científico defender la ética y la verdad”.

Tratándose de una “portadora de secretos”, la respuesta de Castro a Kichner en 2004 fue contundente: “Hilda Molina no saldrá de Cuba”. Tardó otro lustro en dejarla viajar a la Argentina. En el exilio, la valiente neuróloga no habrá tenido ánimo para rememorar las cacerías de brujas medievales. Tampoco estará dispuesta a apoyar la interrupción de embarazos con cesárea. En Colombia, silenciado oficialmente ese abuso, nunca sabremos si el “Enfermero” de las Farc, entrenado en Cuba y acusado por cientos de abortos forzados, también los practicaba tardíos con cirugía, situación bien probable por el temor de las guerrilleras a revelar sus embarazos. De todas maneras, el Acuerdo con enfoque de género despeja cualquier duda sobre la profunda preocupación de la organización por sus mujeres, ahora reconocida por feministas y digna de ser celebrada colectivamente cada 8 de Marzo.

Ammar, Alain (2005). Cuba Nostra. Les secrets d'Etat de Fidel Castro.  Paris: Plan 

Cancio, Wilfredo (2008). "Doctora Hilda Molina califica de calumnia ataque de Castro". El Nuevo Herald Junio 19. Tomado de Procubalibre

Cancio, Wilfredo (2011). Entrevista con Hilda Molina. Publicada en CeféFuerte, tomada de BaracuteyCubano

CD (2016) "Cuba celebra Día de la Mujer con logros en igualdad de género". Marzo 8


Daniels, Joe Parkin (2015) “Colombia quiere juzgar a un médico de las FARC que habría realizado 500 abortos forzados”. Vice, Dic 15

EFE (2016). "La ideología de los Castro es dinero y poder". 14yMedioMarzo 29

EFEC (2017). "Mujeres de las FARC celebran histórico día de la mujer, lejos de la guerra": MSN Video, Marzo 8

Moreno, Sarah (2011). “Hilda Molina: Fidel Castro es un monstruo''. Nuevo Herald, Feb 26


Parkin Daniels, Joe (2015). “Colombia quiere juzgar a un médico de las FARC que habría realizado 500 abortos forzados”. Vice, Dic 15

Perdomo, María Adelaida (2017)."Más Poder y Menos Flores: ¿Cómo lograr más mujeres en el poder?". La Silla Vacía, Marzo 8

RHC (2017) "Cuba celebra acto nacional por el Día Internacional de la Mujer". Radio Habana Cuba, Marzo 8


Sánchez, Yoani (2017). “El Día de la Mujer en Cuba, una fecha desde la institución”. 14Ymedio, Marzo 8


Urrutia, Carolina (2017). “Menos rosas y más autocrítica”. Semana Sostenible, Mzo 8

viernes, 3 de marzo de 2017

Otra mirada al 8000

Publicado en El Espectador, Marzo 9 de 2017

La campaña presidencial financiada por el Cartel de Cali es un hito -de la corrupción y el conflicto- que vale la pena repasar.


El incidente permitió calibrar la inflitración del narcotráfico en la política y la intromisión norteamericana en nuestros asuntos domésticos. Casi cae un primer mandatario y se fortalecieron como nunca las FARC; tanto, que escogieron al sucesor. 


Semejante escándalo se armó a pesar de que la práctica ya era usual, no sólo en comicios locales sino también presidenciales. Al monto sin precedentes, definitivo en la victoria electoral del 94, se sumó el poder de quienes destaparon el entuerto. Quedó confirmado que la corrupción no afectaba exclusivamente a las regiones; la élite capitalina también era ducha en arreglos sucios. 


Nunca fui hincha de Samper, pero en aquella época me enfrasqué en acaloradas discusiones sosteniendo que no debía renunciar: para defenderse siguió los procedimientos, no presionó a la prensa y cayeron varias cabezas. Mi otro argumento por analogía era que un club de marihuaneros no podía expulsar a un socio simplemente por fumarse un cacho más grande. Hace unos años miré de cerca el incidente y me sorprendió la frescura con la que fue preparado y ejecutado. Además de sentirse en terreno conocido, sus autores tal vez pensaron que, al lado de la barbarie de los Pepes, lograban un civilizado acuerdo de paz con el narcotráfico. El 8000 no surgió de una vulgar vendetta apoyada por los gringos sino de un verdadero pacto de caballeros, sin derramamiento de sangre; un contrato sencillo, poco ambicioso, de un futuro gobierno con un temible contendor en la insensata y sangrienta guerra contra las drogas. El país no aguantaba otra locura criminal como la cacería a Pablo Escobar. Por la paz lo que sea, nos han repetido hasta el cansancio.


La misma lógica –mejor plata que plomo- podría ayudar a entender por qué a muchos colombianos parece no importarles elegir una y otra vez políticos corruptos. Comparado con el infierno que vivieron las regiones azotadas por el conflicto, cualquier arreglo político que no sea a bala implica un avance. Que se roben recursos de una carretera es una molestia menor al lado de un desplazamiento para huir de la violencia. Sobre todo cuando la plata para el voto viene de bolsillos lejanos. 


Tanto el pacto de Recoletos como el Acuerdo de La Habana fueron la culminación de diálogos a puerta cerrada con una organización criminal que, aunque crucial en el conflicto, estaba lejos de ser la única. Ganar la presidencia para arreglar la situación legal del Cartel de Cali era un objetivo loable si disminuía la violencia. Desde siempre, y en retrospectiva con mucha razón, Ernesto Samper buscó negociar con contrabandistas y traficantes en lugar de declararles la guerra. El soporte académico, intelectual e internacional a esos convenios es precario, pero solo en el papel. En varios países, por ejemplo en España, la droga financió elecciones, y aceitó la justicia. Simultáneamente, políticos y magistrados venales rechazan sin atenuantes el proselitismo armado, oponiéndose rotundamente a que el Estado negocie con sus enemigos, como aplauden que se haga en Colombia. Los gringos, por su lado, terminaron pactando con los narcos lo que sabotearon acá. Ahora además cultivan marimba y generan adicción a la heroína con receta médica. 


La estrategia santista de generosas concesiones para desmovilizar un solo actor armado está saliendo cara. Empeñó demasiado por una paz parcial y esquiva. Por eso el encarte: el ELN atrae conversos envalentonados por un acuerdo que legitimó la impunidad; los paras, con vigorosa demanda, los persiguen, llenan sus espacios y buscarán estatus político; el “auge cocalero” empaña las relaciones con unos EEUU menos comprensivos; una fortuna ilegal intacta y blanqueada permitirá que los comandantes farianos, al lado de la política, hagan negocios, y negociados, amparados en su severo prestigio y lejos de la DIAN; líderes sociales caen asesinados sin sindicado conocido, los desplazados persisten y, última perla, la entrega de armas será “reservada”, eufemismo para cubrir la fracción del arsenal que quedará encaletada. “El Gobierno no tendrá la foto”, había anticipado Andrés París sobre el desarme desde 2013. 


“En realidad, las armas son lo de menos” admite impávido Sergio Jaramillo en una entrevista. Sin ver el nuevo elefante, se lamenta de que el país  “parece no saber que terminó el conflicto, que cesaron los combates”. Olvida la apatía cuando se iniciaron los diálogos y las amenazas oficiales para recordar en las ciudades que la guerra seguía. Al confundido comisionado le sorprenderá aún más que algunos empecemos a preguntarnos si, a pesar de sus estragos, el 8000 fue menos oneroso que la paz habanera en instituciones maltratadas y bandidos impunes. No son solo dificultades de implementación sino incoherencias que no corrige ni un Nobel. 









Álvarez Vanegas, Eduardo  y Andrés Cajiao Vélez (2017). “Águilas Negras: ¿de nuevo en el horizonte?”. Razón PúblicaFeb 27


Bosman, Julie (2017). “Inside a Killer Drug Epidemic: A Look at America’s Opioid Crisis”. The New York Times, Ene 6

Duncan, Gustavo (2017). “Fuego lento”. El PaísFeb 25

Duncan, Gustavo (2017). “El entramado de la corrupción en Colombia”. Razón PúblicaFeb 27

EE (2015) " El proceso 8.000, a 20 años del escándalo mayor". El Espectador. Abr 23

EE (2017). “La dejación de armas de las Farc será un proceso reservado”. El EspectadorMarzo 2


Escobar, José David (2017) “Chocó se encuentra bajo el asedio paramilitar”. Mar 7

Gaviria, Pascual (2017). “Revolución de mercado”: El EspectadorFeb 28

Gómez Maseri, Sergio (2017). “El auge cocalero amenaza la relación de Colombia con Estados Unidos”; El Tiempo, Marzo 5

Jaramillo, Sergio (2017) “El final de la guerra”. Revista ArcadiaFeb 24

Nieto Loaiza, Rafael (2017). “El Incidente”. El Colombiano, Feb 26

Orozco Tascón, Cecilia (2017). “Lo que más confunde es el ‘costurero político’: Sergio Jaramillo”. El Espectador, Mar 4

Rubio, Mauricio (2013). “Coexistence, Legal Confrontation, and War with Illegal Armed Groups”. En Casas-Zamora, Kevin (2013) Ed. Dangerous Liaisons. Organized Crime and Political Finance in Latin America an Beyond. Bookings Institutions Press


Semana (2017). “Arranca el desarme sin entrega de armas”. Semana.com, Marzo 1


miércoles, 1 de marzo de 2017

Menores en la guerra

Publicado en El Espectador, Marzo 2 de 2017
Reproducción de la columna después de las gráficas






Alfredo Molano sostiene que la guerrilla fue un “agente civilizador para la muchachada” en zonas rurales apartadas. 

Según él, las armas y rutinas militares son para la adolescencia campesina el equivalente al gimnasio de la juventud burguesa, y algo más. La guerrilla es acción, ejercicio y desafíos, pero también afecto, reconocimiento y protección para quienes “en lugar de hacer mandados en su casa, buscan las filas para hacerse grandes”. Algo así pensaban los nazis de las Juventudes Hitlerianas -HitlerJugend (HJ)- que brindaban “una oportunidad excitante para que la gente joven se volviera respetada y responsable”. 

Margarete Hannsmann, novelista alemana, se liberó de su padre autoritario gracias a las HJ. Con apenas 15 años, se sintió adulta ayudando campesinos en un programa agrícola del partido. Cual niña guerrillera con su comandante, las atenciones de un líder la halagaron, y realmente se emancipó al iniciarse sexualmente con él. La naturaleza autoritaria del régimen hitleriano atraía adolescentes que buscaban certidumbres en un mundo inseguro. Adoctrinamiento, obediencia absoluta, mesianismo e imposibilidad de abandonar una organización voraz marcaron su mentalidad, encuadraron su existencia, aunque el nazismo viera ahí asuntos tan naturales y positivos como Molano ve el ideario y los métodos farianos. 

Las maromas intelectuales para legitimar los excesos de la guerrilla ignoran la larga tradición opuesta a  menores combatientes. Los niños en la guerra han sido tabú “desde la filosofía china antigua y las sociedades tribales africanas hasta las Convenciones de Ginebra”. Gran parte de la Ilíada ocurre en el campo de batalla sin protagonistas infantiles. Agamenón recuerda que esposas e hijos se quedaron en sus casas, esperándolos. El único niño es Astianacte, hijo de Héctor y Andrómaca, a quien Homero utiliza precisamente para denunciar las secuelas de la guerra. 

El derecho romano planteaba que los delitos eran imputables únicamente para quienes podían ser responsables; la mayoría de edad penal, entre veinte y veinticinco años, corrió pareja con la exclusión de menores de los ejércitos regulares, exceptuando los tamborileros. En el año 697 el Abad Adomnán del monasterio de Iona organizó una reunión de señores irlandeses que juraron respetar la “Ley de los Inocentes”, con prohibición de matar mujeres, clérigos y jóvenes sin la edad para combatir. En 1212, un niño, Esteban de Cloyes, organizó una marcha hacia Tierra Santa con varios miles de menores. La llamada Cruzada Infantil, de pastores y campesinos apenas púberes, “llenó de asombro a los observadores laicos”. Los monjes que la comentaron también quedaron sorprendidos. Los padres de familia hicieron todo por impedirla y la literatura destacó por mucho tiempo este movimiento de “pequeños inocentes” claramente distinguibles de los adultos. Mezclado con leyenda, el evento muestra que ya en la Edad Media se consideraba inusual la participación de menores en una guerra, así fuera santa. En Europa renacentista la edad de los soldados oscilaba entre 20 y 37 años; la mayoría eran padres de familia. 

La tranquilidad de Molano al avalar el abuso guerrillero coincide con una inusitada sensibilidad por las tradiciones del viejo continente para defender la tauromaquia. Su sentido histórico es bien selectivo, centrado en sus intereses. Quienes protestan por la presencia infantil en el conflicto armado son para él neófitos despistados, un “grupo académico de personas de la tercera edad nacidas en países desarrollados y ricos”. En esas sociedades, agrega, los menores “trabajaron durante siglos cuidando ovejas, hilando telas, limpiando máquinas y, claro está, siendo carne de cañón en sus interminables guerras”. Estas afirmaciones tan ligeras como falaces desdeñan milenarios esfuerzos por civilizar los enfrentamientos bélicos, apartar a los niños del campo de batalla y configurar el Jus in Bello, luego Derecho Internacional Humanitario, minucias que le importaron tan poco a la guerrilla como ahora a sus defensores incondicionales.  

En Latinoamérica los infantes combatientes sí han sido comunes desde la independencia. Bolívar inició su formación militar a los 14 años. “Niños Héroes” defendieron en 1847 el castillo de Chapultepec del ataque de tropas norteamericanas. Durante La Violencia partidista anterior, la afiliación a una de los facciones enfrentadas se definía al nacer y en los centros educativos “los cursos se dividían en dos bandos”. El M-19 proclamaba en 1984 que en sus filas “jóvenes, casi niños, abren con su lucha el futuro de Colombia”; los delirantes “campamentos de paz” con entrenamiento militar a menores provocaron en algunos barrios populares un boom pandillero cuyo daño nunca fue evaluado, mucho menos reparado.

Según Molano, en  las zonas rurales “las muchachas son adultas desde que pueden tener niños”; no sorprendería que en breve salga a defender el matrimonio infantil, una costumbre con profundas raíces tanto hispanas como precolombinas, y con más pedigrí campesino que cualquier toro de lidia.


REFERENCIAS

Carnahan, Burrus M (2012) “The Civil War Origins of the Modern Rules of War”. Northern Kentucky Law ReviewVol. 39:4

Dickson, Gary (1995) “La genèse de la croisade des enfants (1212)”. Bibliothèque de l'école des chartesVolume 153 / Numéro 1 / pp. 53-102

Dickson, Gary (2008). The Children's Crusade. Medieval History, Modern Mythistory. Palgrave MacMillan. Versión digital


Gallegos Carrera, Maripaz (2011) “Imputabilidad de los menores de 18 y mayores de 16 años en delitos graves”. Quito: Universidad de San Francisco


Gordon, John B. (1904). Reminiscences of the Civil War. New York: Charles Scribner's Sons. Versión digital

Hale, J.R. (1998). War and Society in Renaissance Europe 1450-1620. Sutton Publishing

Jaramillo, Carlos Eduardo (2007). "Los guerreros invisibles. El papel de los niños en los conflictos civiles del siglo XIX en Colombia". En Pablo Rodríguez y María Emma Mannarelli (2007). Historia de la Infancia en América Latina. Bogotá: Universidad Externado de Colombia

Kater, Michael (2004). Hitler Youth. Cambridge: Harvard University Press

Laingui, André 2e Ed (1993). Histoire du droit pénal. Paris:PUF

Le Meur-Weissmann (2008). "Astyanax. Les enfants et la guerre dans l'Iliade". Gaia12

Molano, Alfredo (2017). "Los niños y la guerra". El EspectadorFebrero 12

Rubio, Mauricio y Ana Arjona (2007). Economía jurídica. Introducción al análisis económico del derecho iberoamericano. Bogotá: Universidad Externado de Colombia

Singer P.W. (2006). Children at War. Berkeley, LA; University of California Press