lunes, 31 de octubre de 2016

Paces locales y la gran Paz

Publicado en El Espectador, Noviembre 3 de 2016
Columna después de los memes







La academia y los medios internacionales se empecinaron en que lo fundamental, lo único, es la paz con la guerrilla más vieja del mundo. Las paces locales brillan mucho menos.

La caída del sicariato y la violencia juvenil, la reinserción de pandillas no resultaron de ambiciosas reformas legales, ni fueron lideradas por gobiernos que llevaron a algunos barrios la guerra sin cuartel contra la droga. Jamás hubieran motivado un Nobel, pero en territorios urbanos sin influencia guerrillera estas dinámicas han sido cruciales: determinan las muertes violentas, la delincuencia, la gestión del espacio público, así como las relaciones de vecindad y las de la comunidad con las autoridades.

Recientemente quedé envuelto en uno de esos procesos. En el barrio aledaño al Externado de Colombia varias pandillas vivían del atraco a turistas y viajeros hacia Choachí y el oriente de Cundinamarca; su territorio era el Cerro de Guadalupe, el bosque, y la estrecha carretera que los atraviesa. Hace unos meses, saturados de violencia, preocupados por sus hijos, los líderes de una de las bandas hicieron un pacto de convivencia con la policía: se comprometieron a no delinquir y a mejorar la infraestructura y la situación social del barrio. Conscientes de la importancia de formarse para vivir limpios, pidieron respaldo de la universidad a través de un profesor con casi dos décadas de labor social en esa parroquia. Se les ofrecieron tres cursos y, tras una reunión de los líderes con el rector, se decidió apoyar un esfuerzo espontáneo, exploratorio pero aterrizado, pertinente, y desligado de la gran Paz.

La historia de Egipto es peculiar: una comunidad tradicional, con fuertes lazos entre vecinos y, bien entroncada en el barrio, una pujante actividad delictiva desde hace décadas. Fidel Baquero, contrabandista de aguardiente tape tusa, amigo de Jorge Eliécer Gaitán, fue el  primer gran capo. Después hubo cuatreros, ladrones en el mercado y por último atracadores. Típicos Robin Hood cachacos, sin retórica izquierdista, los pandilleros actuales son la tercera o cuarta generación de bandidos que, simultáneamente, ayudan a mujeres y familias vecinas, ofreciéndoles no sólo protección sino parte del botín a cambio de cooperación. 

A diferencia de los subversivos que aún hacen soñar a la izquierda radical y buscan gobernar con una sólida estructura jerárquica, estos son pequeños empresarios del rebusque, independientes, pragmáticos, decididos a dejar el bajo mundo para emprender actividades legales. Más que ayuda paternalista, buscan socios para sus proyectos. Se consideran “constructores de su propio destino”. Qué ironía que una sociedad desangrada por políticos parásitos y “servidores públicos” rapaces, ambiciosos e intocables, sólo considere válido dialogar con guerreros apenas arrepentidos, soberbios, más estatistas y autoritarios que cualquier burócrata y no con quienes motu proprio se acogen a la ley, desarrollan iniciativas sin recursos públicos, sin reformas legales ni constitucionales, sin pretender cambiar la sociedad con unos acuerdos. 

Fundamental en este proceso es el ejercicio de “memoria histórica” en el que están empeñados los reinsertados: recordar, reconocer y narrar los crímenes, para establecer una clara y contundente diferencia con lo que está ocurriendo ahora y, todavía más, con lo que harán por su futuro, su gente y  su barrio. “No me interesa la plata, quiero que me recuerden por haber hecho el bien y ayudar a mi comunidad” anota quien sabe que la plata que llega a chorros también se va así. 

El proyecto estrella es guiar senderistas por los mismos parajes por donde delinquían. Una reflexión del cabecilla en la cárcel fue el punto de quiebre. Comprendió que su vida era el Cerro; que él y los suyos, muchos del barrio, siempre vivieron del Cerro; decidió seguir haciéndolo, “pero a lo sano”. Saben que a los turistas extranjeros que se alojan en La Candelaria les gusta la naturaleza, el paisaje, la comida típica y las artesanías que le darán impulso económico al barrio, pero también los minuciosos relatos de cómo atracaban. 

En Egipto oí de una mujer con un hijo detenido, por minucias que no serán indultadas, la más enérgica protesta contra el acuerdo con las Farc. No es la única indignada; hay un pelao detenido que todo el mundo sabe inocente pero al que le puede caer una dura condena. “Hasta el proceso con los paras fue más justo, profe: pagaban unos años y muchos nos beneficiamos”, comenta el líder. No votaron, nunca lo hacen; por favor, no los sumen al uribismo, ni a los conservadores, ni a los grupos cristianos. Tampoco se apresuren a acusarlos por no apoyar la Paz: están construyendo la suya, estable y duradera.  No exigen una amnistía que, sin duda, les caería bien. 

REFERENCIAS

Ariza, Almudena (2008). "De pandilleros a guías turísticos" (Ciudad de Panamá). El País, Junio 28


Cosoy, Natalio (2016) “Colombia: los maravillosos cerros de Bogotá que solo se pueden visitar con policía” BBC Mundo, Oct 26

Cruz Roa, Michael (2016). "Más de 20 jóvenes pasaron de pandilleros a guías turísticos en Bogotá". El Tiempo, Oct 30

ET (1938, 2013). "Pistoleros de los bandos 'Cafuches' se aprestan a una lucha sangrienta". El Tiempo, Jun 9

Herrera Durán, Natalia (2010). "“Papá Fidel, el Semi Dios de Ruana: Vida y Leyenda del Mayor Contrabandista de Licor Artesanal de Bogotá”. Pontificia Universidad Javeriana, Facultad de Comunicación y Lenguaje, Tesis para Optar por el Título de Comunicadora Social- Periodismo

___________________(2011) "'Papá Fidel', vida y leyenda del primer capo colombiano". El Espectador, Abr 20

martes, 25 de octubre de 2016

Ana, la justicia y la paz

Publicado en El Espectador, Octubre 27 de 2016

Fue complicado explicarle a mi hija de once años la amnistía para delitos conexos. Algunas astucias para  la paz la pondrían al borde de un ataque de nervios.


Ana está interna hace poco y  viene a casa miércoles y fines de semana. Ha podido reflexionar sobre la vida en comunidad, la autoridad y, sobre todo, la justicia. Varios incidentes –un castigo colectivo, falsas acusaciones, fumadoras expulsadas- motivaron fructíferas discusiones: regla de oro, sospechas, pruebas, testigos, proporcionalidad de las penas. Aún no sabe bien cuándo debe denunciar, o “sapear”. No memorizó el latinajo, pero le  quedó claro que el ius puniendi –el derecho a castigar- es un factor crucial del  poder, y por eso debe estar sujeto a leyes conocidas, y procedimientos estrictos, no de plastilina. Un día le robaron el  celular del  dormitorio. Un mensaje advirtiendo que el aparato podía rastrearse, requisas y muchas preguntas hicieron que a la mañana siguiente apareciera el aparato. Ana estaba feliz, no tanto por recuperarlo –tenía prometido el reemplazo- sino porque creía que la culpable iba a caer, que se haría justicia. No era  venganza, la incomodaba la impunidad.


He estimulado en ella la “resistencia civil”, insitiéndole que ante decisiones arbitrarias o injustas debe protestar, incluso negarse a cumplir órdenes. Entendió fácilmente el delito político como extensión de la defensa propia: “es una huelga, pero  terrible”. Lo que le  quedó cuesta arriba fue aceptar que a veces el castigo depende de las intenciones de quien roba y de lo que haga con el botín; que si le hurtan su celular para irse de fiesta cabe una sanción, pero para ciertos usos mal definidos no. “Siempre se debe castigar: un celular no se roba”, sentenció. Al contarle que por la paz harían eso con la guerrilla anotó: “matar es matar; si fueran sus familias pensarían otra cosa. Matar al presidente serviría más, ahí  no  perdonarían, y eso sí sería revolución”.


Los delitos conexos con la rebelión, arbitrarios y contra intuitivos, implican además discriminación: es imposible pretender un tratamiento justo a las víctimas si las afectadas por delitos conexos amnistiados quedan en situación más desfavorable. Si a su hijo lo mató una pandilla,  puede esperar que haya investigación y sanción, pero si fue la guerrilla, olvídelo y perdone. A esta injusticia elemental le agregaron la de atender quejas y testimonios selectivamente. Un proceso de paz supuestamente centrado en las víctimas, “delegó en la Universidad Nacional… la organización de foros regionales destinados a recoger las exigencias, experiencias y propuestas de las víctimas. El resultado fue una participación descaradamente desbalanceada… hubo un veto sistemático a las víctimas de las Farc”. El  gobierno no ha desvirtuado de manera creíble estas observaciones.


No debería ser tan complicado entender que muchos  vemos un despropósito en la amnistía para delitos conexos todavía sin definir, sin siquiera conocer el tribunal que tendrá poderosísimas prerrogativas: no sólo decidir qué crímenes se olvidan sino reabrir y volver a juzgar casos ya fallados. A puerta cerrada se cedió nada menos que un ius puniendi informal, a una instancia que nadie sabe cómo funcionará. Por esa sóla razón, fueron algunos, tal vez muchos, los votos negativos o abstenciones. Incluso debió haber partidarios del Sí que se tragaron ese sapo sin apoyarlo, o ignorando que lo respaldaban.


Personas  damnificadas por las Farc, resignadas a olvidar para siempre un delito conexo –amnistía tiene que ver con amnesia- y que  les impidieron manifestar su inconformidad, pudieron votar No, reacción lógica de la cual hay testimonios. Encima, esa ciudadanía desfavorecida tuvo que sentirse uribista, conservadora, evangélica o políticamente idiota. En el parnaso ya la llaman “masa vergonzante”. 


A esas víctimas de la conexidad desconocida, silenciadas y asimiladas a una identidad ajena, que ganaron con hándicap el plebiscito, el gobierno y sus aúlicos –incluyendo quienes les impidieron manifestarse en algún foro por la paz-  las presionan para que le apuren, que la vaina es de afán, que tramiten velozmente la renegociación, que serán responsables si vuelve la guerra. Es otra arbitrariedad y falta de respeto que remata las anteriores; el tiempo para organizarse, expresar y canalizar opinión, sin liderazgo, propaganda ni recursos públicos, se cuenta en días, no en meses o años, como la gente seria.


Volviendo a Ana, ante un nuevo percance yo tendría que hacerle entender que se olvide del celular pues se lo robó una banda que lucha contra el colegio, que no hay ante quien quejarse y que, además, ella es una fanática saboteadora de la convivencia, que arregle sola el lío. Eso sí, tiene que ser rapidito, porque la rectora firmó un pacto buenísimo con la pandilla, pero si ella se demora vuelven a atacar. Oigan, ¡más seriedad! 







Bonnett , Piedad (2016). “La hora de las complacencias”. El Espectador, Oct 22

Chaparro, Natalia (2013). Amnistía e indulto en Colombia 1965-2012. Universidad Nacional De Colombia. Facultad de Derecho y Ciencias Políticas. Versión Digital


Duncan, Gustavo (2016). "Las víctimas". El Tiempo, Oct 19

González, Catalina (2016). ""Acuerdo ya", la consigna con la que marcha del silencio defendió proceso con Farc". El Espectador, Oct 5

Guillemí Rubén (2016) "El tratado divide a las víctimas de las FARC". La Nación, Sep 25

Molano Jimeno, Alfredo (2016). "El dilema de la amnistía y los delitos conexos". El Espectador, Julio 9

martes, 18 de octubre de 2016

Cuentos chinos y media de amante

Publicado en El Espectador, Octubre 20 de 2016

En varias discusiones sobre el plebiscito, recomendé ver Narcos de Netflix que complementa las series sobre mafiosos y desbarata la ingenua distinción entre guerreros  buenos y malos.


Con multimillonaria audiencia, Narcos es parte del conflicto que recordará el mundo. Novelada, la serie es más verosímil que la historia que blanquea rebeldes para justificar que se negocie sólo con ellos. En particular, desafía la romántica figura del M-19: hace poco supe que está “demostrado” que Pablo Escobar no tuvo que ver con la toma de Palacio; se considera imposible que esa “gente linda que lo dio todo” por el país haya tenido vínculos con semejante criminal. 


Con sus dosis de fantasía, Narcos narra la febril intromisión de dos agentes de la DEA en la guerra sucia. Tras el secuestro de Martha Nieves Ochoa y la virtual aniquilación del M-19 por el MAS, el líder le ruega a su admirado Escobar que lo mate, pero con la espada de Bolívar; se la entrega, el capo la acepta y la pone sobre el hombro del cautivo. Cual Rey Arturo ordenando a un caballero, sentencia: “vamos a trabajar juntos, váyase en paz, hermano”. Ahí delega el manejo del negocio, decide dedicarse a la política y promete “liberar a Colombia”. Difícil imaginar una mejor representación del revuelto entre insurgentes y bandidos que la pazología colombiana niega tercamente.


Después de Palacio, cuatro guerrilleros aliados le cobran al Patrón sus servicios y él los traiciona ejecutándolos. Uno de los gringos, que sale con una prepago infiltrada entre mafiosos, acaba envuelto con una comandante del M-19 convertida en informante. Le ofrece refugio para que declare contra el capo por la toma, le advierte que corre peligro y ella responde tranquila, “no si lo mato yo primero”. Cuando su enamorado logra esconderla, reitera que quiere matar a Escobar. Narcos no alcanza el rigor del Patrón del Mal, pero tal vez ambienta mejor la misteriosa y horripilante alianza de los Pepes, que permanece opacada en el ranking de la infamia. 


A diferencia de lo ocurrido con Los Tres Caínes, el severo comité que supervisa si una serie televisiva es coherente con la paz no sentó en el banquillo al guionista de Narcos, que también provoca quejas parroquiales como “¡qué vergüenza!” o “¡apología del crimen!”. Mostrar la injerencia en la guerra de supuestos incorruptibles norteamericanos que torturan y asesinan no daña nuestra imagen: aclara que los excesos de las autoridades no son patrimonio colombiano y que el narcotráfico es la actividad especializada de unos pocos criminales que se lucran de la prohibición. Por eso hay aficionados extranjeros a la serie con gran interés por visitar el país. No conozco el origen de los cuentos sobre el M-19, ni cuáles provienen de la DEA, sólo tengo una conjetura basada en un chiste del colegio. 


Un viajero vuelve anticipadamente a casa e interrumpe la aventura de su esposa con otro hombre que, al recoger su ropa para esconderse, deja una media que ella trata de encubrir. 

- ¿Qué diablos es eso? 

- Cálmate, mi amor. Siempre que viajas me aferro a alguna prenda sucia tuya para sentir tu aroma, recordarte y excitarme

- ¡Qué ternura! ¿Por qué habías callado esa primorosa costumbre?

- Por pudor, tontico

Al rato, el esposo abre el  armario y encuentra al amante desnudo. 

- Y usted, ¿qué hace aquí?

- Pues nada, esperando taxi

- ¿Me creyó imbécil?

- Si se comió el cuento de la media, pensé que así se tranquilizaría


Reuniendo material, el guionista de Narcos visitó Colombia. Yo especulo que se sintió estimulado a inventar cosas sobre el M-19 después de hablar con académicos e intelectuales, todos bien convencidos de las fábulas de esa extraña guerrilla que no buscaba el poder sino predicar la paz con armas decorativas y amistades encopetadas, que sin alianzas con otros subversivos, narcos, paras, milicias urbanas, militares, ni siquiera Cuba, prácticamente no dejó víctimas.  


Un eventual éxito en Netflix será La Niña. Televidentes extranjeros googlearán indagando por mujeres que desertaron de las Farc espantadas por un aborto forzado; no entenderán el silencio sobre esos ataques en unos acuerdos con enfoque de género. Para alguna saga, guionistas foráneos intrigados por nuestro conflicto acudirán a colegas nacionales, menos alineados y más sometidos al test de aceptación de la audiencia. Las leyendas dictadas por la ideología tienen ahora competencia masiva, entretenida y convincente, con narrativas complejas, sugestivas, no adoctrinamiento burdo para Sí o No. Con arandelas arbitrarias, Narcos relata para un público global que Escobar alcanzó a ser un político no sólo poderoso sino bastante popular, que sí apoyó idealistas en Palacio y que la guerra fue bien sucia, pero no por responsabilidad exclusiva de los malos de siempre: hubo aportes definitivos del Eme y el Tío Sam.






Hogan Brianne (2015). Narcos: “I can’t help it, I like this guy.”. creativescreenwriting.com, Oct 8

Navarro, Antonio y Juan Carlos Iragorri (2004). Mi guerra es la paz. Bogotá: Planeta

Redacción Arcadia (2015) “'Narcos', una decepción”. Revista ArcadiaAgo 31

Rubio, Mauricio (2013). “Memorias sin víctimas del M-19” El Espectador, Ago 7

_____________(2013). “La comandante quiteña del M-19”, El Espectador, Ago 14

_____________(2013) “Una visión insostenible del conflicto”. El Espectador, Sep 25

_____________(2013). “El interpretador, la izquierda y el juicio al guionista”. Nov 28

_____________ (2013) “El M-19 acomodó su historia y convenció”. El Espectador, Dic 4

_____________(2014). “MAS, Pepes y paras”. El Espectador, Ago 13

Sanín, Carolina (2015). “Sobre la serie Narcos”. Revista ArcadiaOct 23


Topacio Long, Stephanie (2015). “Netflix exec says Narcos may have more viewers than Game of Thrones”. Difital Trends, Dec 9


Zax, David (2015). “The Stories Behind Netflix's Runaway Hit "Narcos" Are Terrifyingly Real”, fastcompany.com, Oct 8

martes, 11 de octubre de 2016

Este impasse exige mujeres

Publicado en El Espectador, Octubre 13 de 2016









Barbosa, Francisco (2016) “Nuevo plebiscito o Congreso: las vías jurídicas del acuerdo de paz”: El Tiempo, Oct 12

Criollo, Olga Lucía (2016). “Así es Daniela, la autora de la carta a las Farc que conmovió al país”. El País.com.co, Sep 28

EE (2016). “Profesores universitarios urgen pronto acuerdo con las Farc”. El Espectador, Oct 11

Elliot, Lise (2010). Pink Brain, Blue Brain. Oxford: One World

____________ (2010a) "The Truth About Boys and Girls" en His Brain, Her Brain, How We're Wired Differently, Scientific American Mind

Ellison, Katherine (2005). The Mommy Bran. How Motherhood Makes Us Smarter. New York: Basic Books

Fine, Cornelia (2010). Delusions of Gender. The Real Science Behind Sex Differences. UK: Icon Books


Gómez Muñoz, Janira (2016). “Los motivos por los que ganó el No, según catedráticos y analistas políticos”. El EspectadorOct 5

Jaffee, Sara & Janet Shibley Hyde (2000). “Gender Differences in Moral Orientation: A Meta-Analysis”. Psychological Bulletin, Vol 126, Nº5, 703-726

Lázaro, Fernando (2016). “El 'Mengele' de las FARC cae en Madrid”. El Mundo, Oct 13

Philipson, Ilene (1985). “Gender and Narcissism”. Psychology of Women Quaterly, June

Powell, Melanie & David Ansic (1997). “Gender differences in risk behavior in financial decision-making: An experimental analysis”, Journal of Economic Psychology, Nº 18, 605-628

Semana (2016). “La increíble fuerza del perdón en el proceso de paz”. Semana.com, Sep 17

Semana (2016) “Los jóvenes nos exigen respuestas inmediatas”. Entrevista a Rodrigo Uprimny. Semana.com Oct 10

miércoles, 5 de octubre de 2016

Después del No, echar pa´lante

Publicado en El Espectador, Octubre 6 de 2016

Asimilar el No a la caverna dificulta salir del impasse. La soberbia del Sí pasó factura. Arrogancia, opacidad, doctrinas arcaicas y total desconocimiento de la oposición contribuyeron a la derrota. 


Como había anunciado el secretariado y negado el gobierno, siguió la tregua tras el No. Dos cabecillas se vuelan con una millonada, las FARC aceptan que sí tienen recursos para reparar víctimas y De la Calle anota que los acuerdos se están cumpliendo, cuando precisamente habían eludido la riqueza ilegal. La renegociación podría empezar  formalizando esa oferta de última hora, que desbarata la ilusión del “mejor acuerdo posible”. Para avanzar, lo primero es reconocer qué falló. 


Avalar en bloque un mamotreto hizo imposible la discusión y la redujo a paz o guerra. Preguntas separadas sobre los preacuerdos hubieran aclarado las grandes desavenencias. Las fortunas gastadas en propaganda han podido dedicarse a conocer el electorado, para convertirlo en insumo de la negociación, sin dar por descontado que el único vocero del No era Uribe. Evangélicos y votantes no idealistas, entre otros, siguen siendo invisibles.


Asimilar lo acordado con las FARC al inicio del posconflicto sin el ELN afectó el resultado. Se requería fe ciega para creer que algo tan cojo era la paz. Así se alargue, la negociación debe ser con ambas guerrillas. Las inquietudes de Herbin Hoyos sobre secuestrados liquidados durante los diálogos no fueron atendidas, lunar inadmisible luego de los desaparecidos de Palacio. No se ha hecho énfasis en la distinción crítica entre guerrilleros post acuerdo y los miles de reinsertados anteriores, desertores cuya vida peligra por ser traidores y testigos incómodos. Heroínas de la paz, como La Niña, son convidadas de piedra y potenciales víctimas.  


Menospreciar la impunidad fue el error garrafal. La igualdad ante la ley penal es el legado fundamental de la Ilustración, cimiento de las democracias, vacuna contra la dictadura. El delito político es un concepto debatido, arbitrario y maleable que pierde relevancia en el mundo occidental. En Colombia reverdeció para guerreros de izquierda; la cárcel queda para la derecha y los pobres, bien separados. La comparación con la justicia transicional de países saliendo de guerra civil es insuficiente, también se debe observar el tratamiento de los rebeldes armados en las democracias consolidadas, a donde quisiéramos llegar. 


Iván Orozco, experto en la diferenciación entre delito politico y común en Colombia, habló de su influencia en los acuerdos y desprevenidamente llamó la atención sobre parte esencial de los mismos: son el ambicioso proyecto de ingeniería social de una élite intelectual progresista, con escaso respaldo en las urnas, que trató de sacarlo adelante con una alianza entre la extrema izquierda armada y, monumental ironía, el más rancio representante de la oligarquía bogotana. Resulta estrambótico que con una Constitución tan generosa en democracia participativa necesitemos a las FARC para orientar la inversión pública o emprender reformas. Ese sapo definió mucho voto. 


No recibió suficiente atención la impopularidad de las ayudas por dejar las armas en un entorno de rebusque, informalidad y corrupción. Aún más indignación produjo el eventual perdón a criminales duros donde abundan raponeros y mulas hacinados en la cárcel. Toca ser jurista académico para proponer que la ideología de quien delinque o asesina determine el castigo que recibe. 


Quienes ponen el grito en el cielo ante cualquier segregación a la entrada de un bar condenaron tranquilamente por omisión, con sofisticada retórica jurídica, a la pequeña delincuencia por falta de oportunidades. Minorías marginadas, encarceladas o evadiendo a la autoridad, fueron cruelmente discriminadas con los acuerdos; esa flagrante injusticia, que afecta a familias, amistades y vecinos, también contribuyó al no. Desde el Olimpo académico nunca explicaron por qué la arbitraria división entre delincuentes políticos -curtidos, engreídos, ricos y poderosos- versus comunes -jóvenes, indefensos y apolíticos- contribuye a la paz “estable y duradera” en un país clasista y excluyente. En los barrios que sufrieron más confrontaciones de pandillas con la policía que de guerrilla con el ejército, donde nadie vota y hace rato se embarcaron en la paz añorando a un bandido benefactor, las disertaciones sobre penas alternativas para delitos conexos hubieran recibido rechiflas. Parte del fracaso de los acuerdos fue reducir un conflicto complejo a la lucha por la tierra. 


El misterioso Tribunal para la Paz, facultado para revivir casos juzgados, por encima de cualquier Corte, produjo pánico. Las  acusaciones de Santrich al Fiscal por vínculos con paramilitares confirmaron por donde iba el agua al molino. Jugar con candela adoptando el esperpento de un abogado comunista español fue una irresponsabilidad mayor que provocó oposición, y no sólo del uribismo. 


Después del No ha habido buenas noticias, opacadas por fanáticos del Sí que no dan tregua. El acuerdo rechazado en las urnas sí es mejorable: era un mapa aéreo vetusto para un camino bien culebrero; toca hablar más desprevenidamente con la gente que lo transita.




“El anuncio de las Farc de presentar un inventario de valores monetarios y no monetarios para reparar a las víctimas es una gran noticia, en especial para las víctimas” 


Araoz, Ana María (2016). “¿Por qué nos duele tanto este No?”, La Silla Vacía, Oct 3

Botero Fernández, Leonardo (2016). “Los abstencionistas de la paz”. El EspectadorSep 29

EFE (2016). “FARC revelarán sus riquezas acumuladas para reparar a víctimas”. Acento.com.do – Oct 2

Grant, Will (2015). "Las FARC no tienen dinero". Entrevista a Iván Márquez. BBCDic 17



Orozco, Pablo et. al. (2016). “Los que tras bambalinas dieron vida al Acuerdo de Paz”. La Silla Vacía, Sep 24   Iván Orozco a partir 2:58


Rubio, Mauricio (1998) “Rebeldes y criminales - Una crítica a la tradicional distinción entre el delito político y el delito común”. en Las Violencias: inclusión creciente, Jaime Arocha, Fernando Cubides y Myriam Jimeno Editores. Bogotá: Universidad Nacional, Colección CES. Versión digital

Rueda, Ana María (2014) “Presos de la guerra contra las drogas”. La Silla Vacía, Nov 4

Rueda, María Isabel (2016). “El enigmático Tribunal”. El TiempoSep 25

Saffon, Maria Paula (2016). “No habrá impunidad”. El Espectador, Sep 22


Semana (2016) "Las Farc tienen que dar más por la paz”: Íngrid Betancourt. Semana.com, Oct 2