martes, 25 de febrero de 2014

El obrero y el intelectual ante un robo

Publicado en El Espectador, Febrero 27 de 2014

Edin Rojas era un obrero de 24 años que a finales de Diciembre murió de tres disparos tratando de impedir un atraco.


Regresaba a su casa en un vehículo de transporte público cuando unos tipos armados se subieron para robar al conductor. El joven intervino, los delincuentes reviraron y en medio de la pelea uno de ellos le disparó. Sería inoportuno criticar a Edin por haber estirado la empatía y el sentido del deber hasta sacrificarse por un extraño. Hizo más de lo que tocaba. Nada que ver con un reputado escritor, ensayista y periodista que, años atrás, viajando en bus en Barcelona, vió a dos hombres robándole la billetera a una señora. Sospechó que eran colombianos, sintió “una extraña mezcla de orgullo patriótico y admiración por la impecable destreza de estos rateros”, observó que le ayudaban a la víctima a bajarse y los perdió de vista sin mover un dedo. En broma les decía a sus amigos catalanes que esos compatriotas “habían hecho un trabajo tan perfecto que merecían la impunidad”. Tras señalar que “el narcotráfico coincide con el aumento de la tolerancia con que aceptamos actividades ilícitas” aclara que ahora siente algo de vergüenza por haber admirado a los carteristas, no sin antes sugerir que a todos los colombianos nos pasó lo mismo.


Además de proceder incorrectamente en ese momento, décadas después del incidente este formador de opinión aún no reconoce que hubiera podido, y ha debido, hacer algo. Él mismo da pistas para entender su falta de civismo y solidaridad: se trataba de una dama con abrigo de piel y bolso de marca en una ruta hacia “la parte exclusiva” de la ciudad. O sea una de esas víctimas por las que un izquierdista colombiano no se angustia.


Edin Rojas murió sin dejar reflexiones sobre lo que deben hacer los testigos ante un delito. El hincha de los carteristas, por el contrario, ha sido prolífico predicando lo que nos falta para que opere la justicia. Hace parte del coro ilustrado que tras la publicación de la Memoria Histórica nos ha machacado la culpa colectiva por la violencia de las últimas décadas, sin darnos luces sobre lo que, fuera de denunciar los delitos que presenciamos, hubiésemos podido hacer. En otros escritos el ensayista anota que la tolerancia con la ilegalidad “recrudece la desconfianza hacia la justicia … Nuestra violencia política y social tiene sus antecedentes más remotos en su fracaso o inoperancia … La exitosa facilidad con que nos adaptamos a la ilegalidad es a veces superior a los precarios métodos que se adoptan para combatirla”.


El escritor ignora olímpicamente que es imposible tener una justicia legítima y eficaz sin quebrarle el espinazo al mandamiento “no sapearás” que él tan meticulosamente cumplió. Fuera de las amenazas y los sobornos, la renuencia de testigos presenciales a colaborar en la investigación de los delitos es un pertinaz ingrediente de la impunidad en Colombia.


La incoherencia del intelectual obsesionado con la denuncia social pero insensible a su obligación de condenar cualquier tipo de violencia y apoyar a la justicia con algo más que retórica sería divertida si no fuera alguien influyente. No es consciente de que hace parte del mismo establecimiento que critica. Ni siquiera cae en cuenta de que padece el tic elitista de aprovechar una posición privilegiada para defender sus propios intereses. Alguien tan fresco ante un robo sí manifiesta públicamente su molestia con la piratería editorial. Para él, como novelista, los derechos sobre la propiedad intelectual son fundamentales pero, como ciudadano, los de una señora sobre su billetera no cuentan.


Es seguro que el escritor tampoco hubiera hecho nada para impedir el atraco del bus. Edin Rojas no se habría arriesgado por obstaculizar la venta de un libro pirateado. Pero con los carteristas lo mínimo era un “¡atrapadlos, atrapadlos! …. ¡soltadlos!”.

REFERENCIAS

Los incidentes


   El obrero

   2013  “Mataron a un obrero en medio de un robo”, El Tiempo.comDic 29


   El intelectual
   Collazos, Oscar (2014). “Lo que admiramos”. El TiempoEnero 8

Otras columnas de Collazos

   2013 “Conflicto y cultura”. El TiempoNoviembre 27
         “Peligro social”. El TiempoDiciembre 13

   2012  “Piratería de libros”, El TiempoOctubre 3

   2010  “Legalidad y pobreza”, El UniversalSeptiembre 18


martes, 18 de febrero de 2014

Fotografías, Corte Constitucional y menores indígenas

Publicado en El Espectador, Febrero 20 de 2014


REFERENCIAS

Alvarez, Ana (2014). “End Child Marriage. Too Young to Wed”. Women in the World. Enero 24

Corte Constitucional (2013) - Sentencia T921

Exposición Too Young to Wed


Tehani, Ghada y sus esposos


Nujoud Alí, dos años después de su divorcio


Stephanie Sinclair 

miércoles, 12 de febrero de 2014

Taxistas, ornitólogos y posconflicto

Publicado en El Espectador, Febrero 13 de 2014


REFERENCIAS

Lassagne, François & Marie-Catherine Mérat (2013). "A chaque métier son cerveau". Science & Vie, Nº 1155, Décembre


Maguire, Eleanor, David G. Gadian, Ingrid S. Johnsrude, Catriona D. Good, John Ashburner, Richard S. J. Frackowiak  and Christopher D. Frith (2000). “Navigation-related structural change in the hippocampi of taxi drivers”. Proc Natl Acad Sci U S A. April 11; 97(8): 4398–4403. Versión Digital



                  Ilustraciones de Lassagne y Mérat (2013)



SANDRA RAMÍREZ 


miércoles, 5 de febrero de 2014

Mujeres arriesgadas

Publicado en El Espectador, Febrero 6 de 2014

Steven Pinker y Elizabeth Spelke ofrecieron una excelente síntesis del debate sobre la importancia relativa de la naturaleza y la crianza en las diferencias de género.


Como una de las pocas discrepancias innatas entre hombres y mujeres, Pinker mencionó la actitud hacia el riesgo: ellos son naturalmente más arriesgados que ellas. Las agresiones y el crimen, asuntos histórica y universalmente varoniles, serían una secuela de esta brecha básica. Spelke no comentó la observación pues se concentró en rebatir, de manera convincente, la idea de diferentes predisposiciones naturales en las habilidades matemáticas e intelectuales.


La neuróloga Lise Elliot se ha dedicado a desmontar todos los mitos sobre las asimetrías naturales entre los sexos. Concluye que el cerebro es en extremo maleable, y pequeñísimas diferencias al nacer se amplifican por la educación y la cultura hasta consolidar los estereotipos de género. Incluso una mujer tan empeñada en superar prejuicios considera que la disparidad en la actitud hacia el riesgo y la competitividad podría ser innata. “Si los hombres deben competir más intensamente para encontrar pareja, la evolución pudo haber dotado sus cerebros para asumir mayores riesgos".


Sara Blaffer Hrdy, antropóloga evolucionista, ofrece una explicación basada en su especialidad, la maternidad. Para ella la clave está en la supervivencia de los hijos, mucho más amenazada cuando la madre toma riesgos. Del padre, en últimas, se podría prescindir para la crianza pero una mujer no puede darse el lujo de amamantar a su bebé herida o discapacitada. De ahí surgiría según ella la mayor cautela observada  en las mujeres de cualquier cultura y época.


Las guerrilleras colombianas le interesarían a Hrdy pues muestran una relación positiva inesperada entre embarazo y toma de riesgos. Las escasas cifras y los testimonios sobre aborto forzado -la manifestación más característica y tal vez más generalizada de violencia sexual en el conflicto colombiano- muestran que la maternidad no impide que estas mujeres afronten grandes riesgos: como quedar embarazadas en una organización que lo prohíbe, el aborto obligado, los castigos si se oponen, o la decisión de desertar.


Un caso impactante es el de Edilma, desmovilizada del ELN.  “El que no arriesga un huevo no tiene un pollo. Entonces yo dije no, mi estrategia es quedar embarazada. Era una solución. Yo decía si quedo embarazada me van a hacer abortar y me sacarán al médico. Y yo decía: me sacan a la sabana y me les escapo no sé para donde. Resulta que lo intenté cinco mil veces y nunca quedaba embarazada". Después lo logró, no la sacaron a abortar pero terminó escapándose, “no como había planeado, sino con una barriga de ocho meses y medio … Ese día alcancé a llegar hasta la mitad del minado y cuando estuve ahí como en la mitad sentí que me dijeron ¡alto ahí!. Y al piso.  Entonces   lo que hice fue con semejante barrigota caerme ahí en el puro camino”.


Imposible saber si mujeres como Edilma eran intrépidas desde que ingresaron a la guerrilla o si el entrenamiento las curtió para superar temores. Tal vez convergen ambos factores y el segundo reforzó el primero. Lo cierto es que en el posconflicto habrá un grupo de mujeres ex combatientes atípicamente seguras, temerarias y capacitadas para competir.


La misma Elliot plantea que el diferencial no explicado de salarios, el famoso techo de cristal, es más una urna protectora contra los riesgos de la que se resisten a salir algunas mujeres. Y que contra esa brecha instintiva se requiere entrenamiento  específico. En contravía de la visión del victimismo femenino -cultivada con tanto esmero en círculos académicos- las guerrilleras cuentan con el adiestramiento básico recomendado por Elliot: cooperar, asumir riesgos y competir. Con un complemento educativo y de formación específica se podría esperar que salgan al mercado laboral con ciertas habilidades poco usuales entre las mujeres.

REFERENCIAS


Debate Pinker & Spelke

Eliot, Lise (2009).  Pink Brain, Blue Brain: How Small Differences Grow into Troublesome Gaps. Houghton Mifflin Harcourt
 
Hrdy, Sarah Blaffer (2011). Mothers and Others: The Evolutionary Origins of Mutual Understanding. Belknap Press

Testimonio Edilma