miércoles, 27 de agosto de 2014

Galán y el rechazo a las violencias

Publicado en El Espectador, Agosto 28 de 2014
Reproducción de la columna después de las gráficas






En el aniversario 25 de la muerte de Luis Carlos Galán la W entrevistó a Enrique Santos Calderón.

El veterano periodista habló de la transparencia, rectitud y entereza del visionario líder, frontal contra la corrupción e inflexible con la violencia. “Nunca quiso tener nada que ver con la subversión… Me consta que cuando el Flaco Bateman ya estaba en el plan de la paz quiso buscar a Galán, quiso reunirse con él, tener contactos. Y Luis Carlos se negó rotundamente, por todo el pasado violento del M-19”. Que Galán haya sido tan intransigente con la violencia política como con las mafias no mereció mayores comentarios. “Era un hombre de principios, él no se desviaba de las ideas rectoras de su forma de ser”, anotó algo perturbado. 

Es comprensible la incomodidad. En una entrevista anterior, con Darío Villamizar, Santos Calderón recuerda que cuando la revista Alternativa atravesó problemas económicos “entró el Flaco a ayudarnos mucho más… Reaparecimos (en) mayo de 1977, yo como director. La relación con el Flaco se consolidó”. Villamizar agrega que “la disposición de Bateman era apoyar a Alternativa. Apoyarla a fondo. Tan a fondo que comenzó a financiarla”. Si Bateman y el M-19 vivían de secuestros y narcotráfico, se colige que la publicación del insigne periodista habría estado financiada con dinero sucio. Santos Calderón también cuenta que “la última vez que vi al Flaco fue en mi casa… Me pedía consejos de vainas políticas y en manejos de medios… Estuvimos toda la noche hablando, nos bajamos una botella de vodka”. A la pregunta “¿usted qué piensa que debo hacer con esto de la embajada?”, el ecuánime consejero respondió “creo que ya le sacaron todo el dividendo publicitario y político, y lo que debe hacer es liberar a la gente; ya lo han logrado todo”. Por destacar la “vaina política” olvidó recomendarle soltarlos sin cobrar. 

En una carta a sus colegas, Patricia Lara los invita a no sabotear la paz con escepticismo. Alude a la “responsabilidad social de los periodistas” y anota que “si Galán hubiera triunfado y sobrevivido, Colombia tendría valores más claros”. Les reprocha bombardear con palabras la reconciliación. Como de ladito insinúa que la buena marcha de las negociaciones requiere que no sean aguafiestas con las FARC, que no “siembren pesimismo”, que sean positivos. Ella lo fue en su libro “Siembra vientos y recogerás tempestades” donde hace el perfil de Bateman, “exuberante, desabrochado: costeño. Demostraba un amor por su país que lo llevaba al extremo de arriesgar su vida… A pesar de llevar veinte años haciendo la guerra, todavía no había olvidado reír, bromear, cantar, bailar, amar…”. El mensaje de esa entrevista es transparente: qué tipo tan admirable; una de esas personas “que deciden gastar sus vidas en recorrer caminos colmados de privaciones en los cuales, siempre perseguidos, en algún recodo los espera la cárcel, la tortura, el destierro, el dolor y casi siempre la muerte”. Sobre las víctimas no opina, deja que el héroe ofrezca su versión: “nosotros no deseábamos matar a Mercado… Pero la oligarquía no nos dejó otra salida que la de su fusilamiento”. La entrevista a Carlos Toledo Plata, según ella más sacerdote que guerrillero, tal vez no ofrecía suficiente violencia y la dejó insatisfecha: “a su narración le faltaba vida”. Resultó tan poco excitante que no calificó para las primeras ediciones del libro. 

Sin ser penalista es imposible pronosticar lo que haría hoy un fiscal frente al director de una publicación financiada indirectamente con droga y extorsiones, que además se reúne con un comandante a discutir qué hacer con unos rehenes. Ahora que algunos trinos acarrean picota pública por “insensibilidad ante el dolor ajeno” y hasta apertura de investigación por “calumnia y hostigamiento” para evitar que las víctimas sean revictimizadas, surge la duda de si esta severidad judicial implicará el retiro de circulación del libro de Patricia Lara, por simple respeto con las víctimas del ensalzado comandante. 

Resulta cómodo dar cátedra y evocar a Galán para colincharse a sus ideales habiendo sido tan alcahueta con violencias pasadas. Es inadmisible que a estas alturas se siga insistiendo que cualquier crítica a un proceso tan complejo como el de la Habana es un  rechazo a la paz. Ese reclamo tan pueril y tartufo no se lo hubiera aguantado un insumiso como Galán quien, tal vez, habría considerado un desacierto darle tanta papaya a unos halcones derrotados. 


REFERENCIAS

Lara, Patricia (2002). Siembra vientos y recogerás tempestades. La historia del M-19 sus protagonistas y sus destinos. Bogotá: Planeta.


Villamizar, Darío (2007). Jaime Bateman. Biografía de un revolucionario. Bogotá: Intermedio


Samper, María Elvira (2014). La 'cabalmatonería'. El EspectadorAgosto 24


"Le abren investigación a María Fernanda Cabal por 'ofender' a víctima". El Tiempo, Agosto 19

miércoles, 20 de agosto de 2014

Entre la ansiedad y el deseo

Publicado en El Espectador, Agosto 21 de 2014
Texto de la columna después de las gráficas






Doña Flor y sus dos maridos. Algo más que "error de atribución"


Mª Eugenia Vásquez, La Negra del M-19,  se enamora de Ramiro, un compañero militante en una manifestación estudiantil, cuando no eran abrazatones. "Apareció como Don Quijote, con un ladrillo en su mano, dispuesto a noquear a un policía a caballo que me acorralaba en una agitada pedrea. Sucumbí a su heroísmo. Con un hombre como ese, los sentimientos podían ser compatibles con la teoría". 


Peggy Ann Kielland, del teatro La Candelaria cuenta que en el entierro simbólico de Camilo Torres, "antes de recibir un bolillazo, un brazo largo me agarró y me arrastró ... A una cuadra había un camión de gaseosas y de pronto todos comenzamos a bajar cajas y a tirar botellas a la policía ... El Flaco nos hizo entrar a El Cisne ... Era la primera acción en que yo me involucraba y estaba muy excitada. La policía entró al establecimiento. Pasamos de agache. Con este episodio, el Flaco se me convierte en héroe, es el héroe que me salva y guía". Aunque el romance se inicia meses después, es en ese momento que Jaime Bateman Cayón "entra en su corazón".

En Mi guerra es la paz, Navarro cuenta el inicio de su romance con Laura Restrepo.

“La conocí a mediados de 1984 el día de la primera conversación de paz en San Francisco. Yo estaba con unos compañeros bañándome en un río cuando vimos aterrizar el helicóptero en el que venía la Comisión de Paz. Cuando íbamos a recibirlos, se armó una balacera entre el Ejército y el grupo de Iván Marino que bajaba por una colina. El helicóptero tuvo que despegar nuevamente mientras los mandos militares daban la orden de parar el fuego. Al volver se bajaron Bernardo Ramírez, Horacio Serpa y Monseñor Darío Castrillón. Y Laura. Pero la tensión seguía. Les dijimos: “Aquí hay un combate, cuidado. Hay que bajar por una loma y hablar con el ejército”. Ramírez y monseñor Castrillón improvisaron una bandera blanca con la camisa del piloto y lograron que no hubiera más bala. En ese momento vi que Laura tenía frío, así que saqué de mi morral una chaqueta camuflada y se la presté. Luego, cuando fui a Bogotá, nos vimos varias veces y nos volvimos novios”.


Hace cuatro décadas dos sicólogos plantearon que el miedo y otras emociones fuertes se confunden con el deseo sexual. 

En un experimento le pidieron a varios hombres que cruzaran dos puentes. Un grupo lo hizo por unas tablas de madera colgantes e inestables mientras otros pasaron por una estructura segura. Al final de la travesía, una mujer se acercaba a los participantes, les mostraba unos dibujos y les pedía comentarios. Los que cruzaron el puente peligroso incluyeron en sus respuestas más contenido romántico o sexual y le hicieron avances a la entrevistadora. Una explicación para esa reacción, conocida como “error de atribución”, es que confundieron el susto con atracción por la joven. El puente tembleque provocó en los conejillos de indias las mismas sensaciones que un encuentro amoroso e inconscientemente creyeron que la aceleración del ritmo cardíaco, las contracciones musculares, la transpiración y la adrenalina las causaba la mujer y no la condición del puente. 

Algo similar ocurre en los parques de atracciones, según otros sicólogos que estudiaron parejas antes y después de montar en montañas rusas o similares. Les pidieron evaluar el físico de una persona en una fotografía y su interés por conocerla. Quienes salían de los aparatos veían más atractiva a la eventual pareja y las ganas de encontrarla aumentaban con la intensidad de sus emociones. El efecto fue similar para hombres y mujeres, pero débil entre las personas emparejadas. La exaltación física favorece las nuevas aventuras sexuales mientras el cine intensifica el romance en relaciones ya establecidas. Las parejas que han visto una película de suspenso o un melodrama buscan después mayor contacto físico y charlan más que quienes salen de un documental. Este impacto de las emociones no sólo se observa entre humanos. El sexo postestrés es común en los bonobos y hay especies de pájaros que después del susto de un depredador se aparean frenéticamente. 

No conozco experimentos como estos para Colombia, pero sí testimonios que cuadran con el error de atribución. El típico romance de reina con mafioso, que tiene su dosis de emociones fuertes, no se explica sólo por arribismo. Un amigo que conoció a una joven educada y curtida en novios traquetos obtuvo de primera mano precisamente la interpretación que andar con ellos era equivalente a una buena montaña -o ruleta- rusa: adrenalina a tope. Una muñeca del cartel acostumbrada al “corre-corre”, al miedo y al peligro anota que “eso me causaba … se puede decir que morbosidad”. La codicia tampoco ayuda a entender el poderoso atractivo ejercido por los guerreros sobre mujeres de distintas edades y clases sociales. Desde la niña campesina fascinada por quien le enseña a manejar un arma hasta la universitaria embrujada con el arrojo de algún rebelde urbano. Unos genios en manipular los nervios a su favor fueron los del M-19. Algunas de sus compañeras han descrito el corrientazo que en medio del peligro las cautivó de manera fulminante, o la intensidad de las faenas de amor en situaciones de riesgo. Las periodistas seducidas por ellos en escenarios de vértigo –que ya maduras claman por la paz- han sido mezquinas para compartir sus excitantes experiencias. Más acorde con el esfuerzo por recuperar la memoria, Virginia Vallejo ofrece detalles de una escena en la que su amado capo, luego de darle una pistola, le ordena desvestirse. "Pablo se coloca tras de mí ... Una y otra vez aprieta el gatillo, y una y otra vez me retuerce el brazo ... Me somete mientras va utilizando toda aquella coreografía como una montaña rusa para obligarme a sentir el terror, a perder el temor, a ejercer el control, a imaginar el dolor ... a morir de amor ".

Los experimentos no aclaran ese punto, pero los testimonios sugieren que la confusión entre atortole y atracción es una fiebre pasajera de juventud. Eso lo agradecemos quienes sufrimos como adolescentes una época exasperante en la que las buenas notas, los libros, ser amable y colaborador sirven para conseguir amigas pero no para seducir. En esos años negros la pilera sólo aporta la complicidad de una frustrada suegra potencial también atormentada por el cafre de la moto, vago y metelón, que descresta con velocidad, peligro y el encanto de lo prohibido

REFERENCIAS

Dutton, Donald & Arthur Aron (1974). "Some evidence for heightened sexual attraction under conditions of high anxiety". Journal of Personality and Social Psychology, Vol 30, nº 4, 510-517. Versión digital

Guéguen, Nicolas (2014). Psychologie de la séduction. Paris: Dunod

López, Andrés y Juan Camilo Ferrand (2009). Las Muñecas de El Cartel. Bogotá: Editorial Oveja Negra

Meston, Cyndy & Penny Frhlich (2003). "Love at First Fright: Partner Salience Moderates
Roller-Coaster-Induced Excitation Transfer". Archives of Sexual Behavior, Vol. 32, No. 6, December 2003, pp. 537–544. Versión digital 


Vallejo, Virginia (2007). Amando a Pablo, Odiando a Escobar. Bogotá: Grijalbo. Cita pp. 151 y 152

SOBRE LAS MUJERES DEL M-19:

Behar, Olga (1985). Las guerras de la paz. Bogotá: Planeta. 

Rubio, Mauricio (2011). "Un legado del M-19: el Síndrome de Esto-es-el-Colmo". La Silla VacíaNoviembre 8

Rubio, Mauricio (2011). "Mujeres y guerra: algunas aman a los violentos". La Silla VacíaNoviembre 29

Rubio, Mauricio (2011). "Las piernas y las agallas de Virginia Vallejo". Leves Desacuerdos con el Feminismo,  Diciembre 19






martes, 12 de agosto de 2014

MAS, Pepes y paras

Publicado en El Espectador, Agosto 14 de 2014

Ha causado revuelo el libro de Don Berna con detalles sobre los Pepes, la nefasta coalición que liquidó a Pablo Escobar. 


Como anota Gustavo Duncan, esas revelaciones son anecdóticas frente al hecho conocido de que el Estado colombiano y agencias norteamericanas se aliaron con criminales para eliminar al capo. Imposible no estar de acuerdo con María Elvira Bonilla en que este episodio es “uno de los momentos más humillantes e indignos de la historia nacional”. Más difícil de avalar es la pretensión de que tan macabra alianza fue “el origen de los paramilitares ya como organización”.


En medio del delicado diálogo con la guerrilla más vieja del mundo se ha consolidado la costumbre de desplazar y deformar el origen del paramilitarismo y, en particular, de desligarlo del MAS (Muerte A Secuestradores). Atribuirle responsabilidad a la subversión y al secuestro en la génesis de esa máquina de matar atentaría contra la solución negociada del conflicto, que requiere destacar la violencia oficial y terrateniente. Una perla en esta campaña de maquillaje la ofrece el informe ‘Basta Ya’ del Grupo de Memoria Histórica (GMH). Allí se reconoce que el MAS nació como respuesta al secuestro de una hermana de los Ochoa por el M-19, pero con inusitada minucia se precisa que “el MAS originario persiguió miembros de esta y de otras guerrillas, pero cuando Marta Nieves fue puesta en libertad, se disolvió”.  El temido nombre, prosigue el GMH, fue utilizado luego por otros grupos aliados con la Fuerza Pública “para disfrazar la guerra sucia que desataron contra militantes de izquierda y líderes sociales”. Resulta insólito que el mismo discurso que plantea sin reparo la continuidad de la violencia a lo largo de medio siglo, desde pájaros y chulavitas hasta narcos y paras, considere indispensable establecer un corte cualitativo para localizar el origen del “verdadero” paramilitarismo organizado después del MAS, desligado del secuestro e impulsado por la Fuerza Pública. La paz justifica acomodar la historia para mantener el dogma del empate militar y moral que facilita el diálogo. 


Cronistas más preocupados por reconstruir los hechos que por echar línea, como Alonso Salazar, no se enredan en las sutiles diferencias entre el MAS original y sus degeneraciones posteriores. El secuestro de Marta Nieves Ochoa en 1981 fue un punto de quiebre del conflicto no sólo por la génesis de los paramilitares sino por la creación misma del Cartel de Medellín, hasta ese momento un grupo desarticulado de traficantes. Otra secuela fue la metamorfosis de un exportador de cocaína y populista de barrio en ambicioso animal político y Patrón del bajo mundo. Para crear el MAS se reunieron por primera vez unos 200 narcos de todo el país que aportaron hombres y armas para una aventura justiciera liderada por Escobar y Lehder, quienes “propusieron acciones hasta entonces ni siquiera imaginadas por sus colegas”. “Esto se fue pa’ guerra” declaró Escobar proclamado capo de capos. Allí estaba otro vengador, Fidel Castaño cuyo hermano Carlos, también líder de los Pepes, trabajaría con el Patrón y luego contra él. Por fin los sicarios sintieron “la sensación de combo, de mandar en la ciudad”. Con mano de hierro y el mismo esquema de aportes se montaría el sistema impositivo criminal que financió la guerra contra la extradición y el Estado colombiano. Semejante nómina inicial no podía ser estable pero fue de las entrañas de esa férrea estructura paramilitar que salieron los Pepes, sublevándose y dándole el golpe de gracia a Escobar con apoyo de sus competidores y enemigos. Moncada y Galeano, cuyo asesinato consolidó a los Pepes, eran los típicos narcos protegidos por el Cartel que se enfrentaron al Patrón. Don Berna trabajó para ellos y asimiló del engendro del MAS la tecnología del sicariato y las oficinas de cobro. 


La ejecución de Escobar, una ilegalidad menor de ese esperpento que masacró sin titubeos civiles inocentes, no fue la primera alianza sucia con criminales. Desde la persecución inicial a los secuestradores de Marta Nieves en varias ciudades  los militantes eran “detenidos y traídos a Medellín en aviones por miembros del MAS y entregados el ejército”. Cuando en 1984 secuestraron a su padre, Escobar realizó operativos, “al estilo del MAS, con sus hombres y con oficiales del Ejército y la Policía”. El MAS coronó al Patrón y los Pepes, herederos de sus métodos, contactos, esquemas organizativos y fuentes de financiación lo destronaron en una descomunal vendetta con refuerzo oficial. Es torpe no reconocer ahí mutaciones sucesivas del mismo monstruo paramilitar que luego se ensañó con otras víctimas.



REFERENCIAS


GMH (2013). ¡Basta Ya! Colombia: Memorias de Guerra y Dignidad. Informe General del Grupo de Memoria Histórica

Morales, Natalia y Santiago La Rotta (2009). Los Pepes. Desde Pablo Escobar hasta Don Berna, Macaco y Don Mario. Bogotá: Planeta

Salazar, Alonso (2001). La Parábola de Pablo. Auge y caída de un gran capo del narcotráfico. Bogotá: Planeta




La plana mayor del MAS

"Lo que propongo es un trabajo antisecuestro similar a la Comisión de Paz, excepto que es paramilitar ... Una fuerza de dos mil hombres sería suficiente. Una fuerza que nosotros los secuestrables ayudaríamos a financiar, porque preferimos gastarnos nuestras fortunas defendiendo nuestras familias y nuestro pueblo a que nos sean arrebatadas. Para la nueva cárcel antisecuestro se les pedirá a los norteamericanos el último y más poderoso sistema de sillas eléctricas con incinerador incorporado, con la venia de la Curia" 

Texto publicado por Carlos Lehder (ex-secuestrado) en la prensa
Tomado de Salazar (2001) p. 82


Manuel Antonio Noriega

Otra secuela del secuestro : los buenos contactos 

"Pablo acaba con el regional del M-19 en Medellín, pero no logra liberar a la cautiva. Entonces los Ochoa busca mecanismos de negociación. Recurren, a través de políticos, al líder venezolano Carlos Andrés Pérez, quien pide a su vez al general Torrijos -el hombre fuerte de Panamá- que colabore en la negociación ... Torrijos encarga a Manuel Antonio Noriega, el jefe de inteligencia de su gobierno de hacer los contactos con el M-19. Tras la agotadora persecución, el M-19 acepta negociar, libera a Marta Nieves en Armenia el 16 de Febrero de 1982. La habían llevado a la misma casa que tenían preparada para encaletar a Lehder ... Con la liberación de Marta Nieves se sella un pacto de paz entre Pablo y el M-19 que se proyectaría en el tiempo. Noriega, a quien el cartel ve ahora como un valioso y nuevo contacto, recibe una generosa suma por haber facilitado el encuentro"

Salazar (2001) p. 87






miércoles, 6 de agosto de 2014

Qué mamera todo, si acaso tirar

Publicado en El Espectador, Agosto 7 de 2014
Reproducción de la columna después de las gráficas



Che Guevara, el pedagogo: "Crezcan como buenos revolucionarios. Estudien mucho para poder dominar la técnica que permite dominar la naturaleza. Acuérdense que la Revolución es lo importante. Sobre todo, sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo ... Hay que llevar la guerra hasta donde el enemigo la lleve: a su casa, a sus lugares de diversión, hacerla total. Hay que impedirle tener un minuto de tranquilidad, un minuto de sosiego fuera de los cuarteles, y aun dentro de los mismos; atacarlo dondequiera que se encuentre, hacerlo sentir una fiera acosada por cada lugar que transite. Crear dos, tres, muchos Vietnam."


Suena extraño, pero el alto nivel educativo de algunas guerrilleras ha obstaculizado su reinserción.

Adelfa, por ejemplo, no fue admitida a la Nacional pero “se sentía de allá”. Frecuentaba la biblioteca, jugaba básquet con los de sociología y hacía parte de grupos de estudio que leían a Marx. Entró a la Distrital en donde la reclutaron para el M-19. Después de la paz se fue “desesperando del desempleo, del rebusque y del empleo … Todo me sabía igual, a mierda”. Ganarse la vida tenía que ser “sin la humillación de volvernos choferes de taxi, artesanitos de agáchese, y lo peor, amas de casa". El desempleo era "buscar sin dignidad la zanahoria prometida” pero trabajar era peor, “comerse la zanahoria envenenada”. Trabajó de mesera en un restaurante que quebró después del asalto que le hicieron dos compas. Como sabía de pueblo, había luchado por el pueblo y ahora “sabía sentir sus dolores” quiso ponerse a su servicio. Entró al Ministerio de Salud, lleno de reinsertados que conservaban sus alias. La mandaron a Urabá y presenció un asesinato. Relató a las autoridades lo que vió y no quiso saber nada más de ese lugar.

En Bogotá una compañera exitosa, de sastre, pelo pintado y evidentemente menos formación política le reveló su secreto. “Fabuloso, compa, fabuloso: la venta de una vaina para enflaquecer llamada yerbalight … Es como lo que Bateman llamó la cadena de afectos pero en vez de ser de pendejadas, ahora es de plata, compa, de platica, contante y sonante”. Debutó ofreciéndole el producto a otra reinsertada que la hizo sentir como una traidora. Visitó luego a un ex comandante convertido en funcionario, con carro oficial, escoltas y, por su barriga, buen cliente para yerbalight. Se ganó su plata pero sacó “cuentas morales” y regaló el sastre. Llenó formularios y pasó hojas de vida sin ganas ni resultados. Las deudas se acumulaban y casi vuelve a los fierros pero aguantó.

Tuvo un intermedio plácido con un ex M-19 mucho mayor que se la comió a cuentos. “Nos descubrimos el cuerpo y nos lo gozábamos entero y por partes”. Esos “orgasmos largos que tardaban en irse nos hacían olvidar las armas, escondían los miedos”. Terminó dejándolo, tal vez por la patología que siempre aplaza la felicidad para ese mañana mejor. Encontró otro trabajo indignante en una empresa que competía con recicladores y además pertenecía a familias de políticos y militares. “Me reventaba la ironía: tener que volverme agente de mis enemigos. Era humillante, demasiado humillante … me sentía una traidora, una regalada, una esquirola, una criminal”.

Los estudios superiores y la doctrina antes del reclutamiento dificultan la desmovilización. Será más fácil reinsertar campesinas sin bachillerato que pesimistas profesionales, universitarias formadas para criticar el sistema o, si acaso, vivir de la burocracia. En una entrevista reciente Antanas Mockus destaca la importancia de la educación para la paz. “Que se junten las dos cosas”, propone. Lástima que no menciona la educación para el conflicto, que la ha habido. Y no sólo en los cuarteles sino en centros académicos donde varias generaciones fueron formateadas con el dogma de que el establecimiento era tan inamovible y perverso que tocaba tumbarlo a la fuerza. La foto, hace unos días, de cinco de los encargados del Pacto por la Educación bajo la mirada perdida del Ché Guevara ilustra esa pedagogía de la liberación que permeó por décadas un sector del sistema educativo.

Hay un abismo entre una subversiva universitaria como Adelfa y algunas guerrilleras desmovilizadas apenas con primaria, modestas, optimistas y, sobre todo, ávidas de aprendizaje. Esta brecha ayuda a entender los resutados de un trabajo de la Fundación Ideas para la Paz, tanto o más preocupantes que los de las pruebas PISA: en este bizarro país el mayor nivel educativo antes del reclutamiento incrementa el riesgo de reincidencia de los desmovilizados. Hay algo más tortuoso y perverso que la ignorancia o esa vaga noción de intolerancia. Gente bien educada pero dispuesta a echar bala por el pueblo, dizque preparada para transformar la sociedad pero no siempre lista para dejar la violencia, ni siquiera para algo tan pedestre como resolver su propia vida honrada y autónomamente. Para quienes algún profesor progresista les señaló como destino superior salvar a sus semejantes, la revolución es una fiesta, pero qué mamera trabajar, qué mamera las obligaciones, qué mamera emparejarse, qué mamera la política sin armas, dependiendo de los votos y tragándose el sapo de un oligarca reelegido.

REFERENCIAS

FIP (2014). "Retorno a la legalidad o reincidencia de excombatientes en Colombia:  Dimensiones del fenómeno y factores de riesgo". Informes FIP 22. Bogotá: Fundación Ideas para la Paz

Molano, Alfredo (2009). Ahí les dejo esos fierros. Bogotá: Aguilar


Quintero, Jorge (2014). "Mockus, antes y después del Párkinson". Bocas, Julio de 2014