miércoles, 23 de abril de 2014

Un comandante arrollador

Publicado en El Espectador, Abril 24 de 2014

Pasó otra efemérides de “aquel 19 de Abril”, el chocorazo que llevó al líder más alucinante de la subversión colombiana a organizar su grupo, el M-19. 


Durante años he leído cuanta biografía, reportaje, entrevista o comentario se ha escrito sobre Jaime Bateman Cayón, el Flaco, buscando primero un tratado, después un ensayo, luego unas tesis y por último un par de frases rescatables como ideario político. No hay mucho más allá del “sancocho nacional”, que es a la ciencia de Maquiavelo lo que el dinosaurio de Monterroso a la literatura. Así de escueta es la contribución del Flaco a las ideas políticas colombianas. Sus seguidores afirman que no necesitaba ideología: le bastaban su carisma y la “cadena de afectos” que, según un exégeta, fue un “enlace político poético” para ese poder que “residía en la fuerza irresistible del amor”. Pero sin sustancia ni chef la receta ha resultado insípida, y los sancochos recientes dan grima.


La estéril incursión política en la literatura sobre Bateman fue fructífera en testimonios sobre su descomunal destreza para seducir. “Los hombres que no tienen amores constantes, absolutos, inflexibles están solos. Hay que amar con verraquera y hay que despertar el amor con verraquera” reflexionaba el irresistible líder. Quienes lo conocieron cayeron rendidos para siempre ante su encanto, que no era algo tan evidente y baladí como la pinta de Carlos Pizarro, el Comandante Papito. No sólo sus amantes o compañeros de armas lo veneran, aunque ahí dejó las huellas más profundas. “Desde el primer instante sentí su magnetismo -anota una de sus novias- él utilizó a todo el mundo, pero todo el mundo se dejaba utilizar. Sabía que uno se volvía su incondicional”.  “Me conmueve, me emociona tener un jefe como él” afirma otra amante guerrillera. “Usted era como el príncipe azul, un ideal de hombre para tantas mujeres que lo adoraron y lo debieron soñar” recuerda una tercera enamorada. “Siempre lo veías rodeado de mujeres -confirma el representante internacional del Eme- era mágico todo en él; incluso hasta la manera como desaparece, el misterio que rodea su muerte”. Un poeta añora las “noches de diálogos humeantes con florecimientos de fantasías en medio del único mandamiento que debía ser respetado con fe de carbonero: el júbilo de ser amigos y poder estar juntos … ¡Volvé Flaco!”. Un curtido político y militante con quien el líder había roto relaciones y casi enloquece al enterarse de su fatal accidente confiesa: “desde que lo ví el tipo me manejó, me impregnó, me obnubiló. Fue exactamente el olor de la guayaba, tierno, lúcido. El Flaco es la selección Colombia, es Higuita”.


Aún fuera del grupo quienes lo vieron y escucharon sucumbieron a su embrujo. “Generaba una enorme simpatía en la gente más sofisticada y también en la más sencilla… tenía completamente seducida y encantada a la pequeña burgesía de este país” comenta un compañero de la Juco. Una dirigente de la Anapo destaca su “capacidad increíble de ligarse con todo el mundo. Yo no he conocido una persona más carismática”. “Era un hombre que enamoraba” corrobora la hermana de Pizarro. Desde influyentes periodistas hasta encumbrados artistas e intelectuales, los huesos más duros de roer, cayeron encantados. “Él es un loco y yo también soy un loco. De la locura de él yo me alimento y de la locura mía él se alimenta. Me seduce su versatilidad…  con mucho amor, lleno de amor todo el tiempo ” anota un dramaturgo. Tras su muerte, la vocera del M-19 en Nicaragua sacó un disco en su honor, “La certeza del amor”, con poemas de Afranio Parra. El inconmovible y escéptico Antonio Caballero admite que “el Flaco me pareció un tipo absolutamente arrollador. Arrollador de simpatía y de inteligencia”. Tal vez por su experiencia de viajero incansable, conocedor de brujos y chamanes, uno de los pocos prudentes con la nostalgia es Alfredo Molano. “Me quedó faltando el cobre del hombre, los lados flacos del Flaco, sus contradicciones, sus vicios, sus bajezas… Los que lo conocimos quedamos debiendo ese capítulo”. 


Como nadie ha demistificado al Flaco, el embrujo pasó magnificado a las generaciones jóvenes. ¡Bateman está vivo! es una nueva selección de escritos en su honor, que incluye poemas. “Porque no se llora una estrella ida, se espera que renazca en una rosa. Porque llegará ataviado de naranjas al encuentro de las amapolas. Y la penumbra no alcanzará jamás su marinero corazón. Comandante”. “Hermano de mi piel, como está de sola la calle de la filosofía doméstica que alimentaste de pasión”. “Nos dicen que se mató, mentiras que está volando”. Qué alivio tan berraco no haber conocido al  Flaco. 


REFERENCIAS

Bateman, La Revolución es una fiesta

Bateman está vivo

Jaime Bateman. Un profeta de la paz

Villamizar, Darío (2007). Jaime Bateman. Biografía de un revolucionario. Bogotá: Intermedio Editores